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Templo Blanco de Warka

Publicado por Laura Prieto Fernández

Cuando pensamos en las maravillas del mundo antiguo, inmediatamente se viene a nuestra mente las antiguas pirámides egipcias que construyeron los faraones para su descanso eterno, sin embargo, en la zona de Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates también se levantaron grandes obras de arte, imponentes monumentos que, desgraciadamente, no han llegado hasta nuestros días. Algunos de estos impresionantes monumentos son los Zigurats mesopotámicos, pero incluso antes de ellos, hubo impresionantes templos como este que aquí analizamos, EL templo Blanco de Warka situado en la zona sur de Mesopotamia, en la ciudad de Uruk.

En realidad, del Templo Blanco apenas quedan unos pocos restos arqueológicos que se corresponderían con los cimientos, pero los arqueólogos han realizado reconstrucciones como la de la imagen que nos permiten hacernos una idea de cómo debía de ser. Hablamos de una construcción que debió de llevarse a cabo en el Periodo Sumerio, lo que sería unos tres mil años antes de Cristo y cuyo autor, por supuesto no es conocido.

El templo debía de levantarse sobre una especie de túmulo artificial al que se accedía por una escalinata situada en la zona noreste. Mientas que la arquitectura tradicional mesopotámica presenta los edificios construidos con adobe, el Templo Blanco debió de ser realizado en ladrillo y recubierto con piedra caliza blanca; en la zona, no se han encontrado restos de ninguna cantera por lo que presumiblemente las piedras hubieron de ser trasladadas desde alguna de las canteras más alejadas.

Presenta una planta rectangular con las cuatro esquinas orientadas a cada uno de los puntos cardinales. En el interior vemos una nave principal más ancha y dos laterales flanqueándola en las que se han abierto capillas. La cabecera es una prolongación de la nave central dispuesta en forma de T y en la capilla o cella encontraos un nicho con un altar y mesas `para llevar a cabo ofrendas a los dioses.

Parece ser que el templo cumplía una función religiosa y estaba dedicado al dios Anu, dios del cielo y de las constelaciones celestes. Este tipo de templo que era conocido como eanna, evolucionaría posteriormente hasta llegar a adquirir la forma de los típicos zigurats, una construcción escalonada que representaba la montaña sagrada.

El Templo Blanco de Warka, a pesar de su nombre, no era un templo en el sentido convencional que conocemos hoy en día. Más bien, era un lugar de culto y adoración, un espacio sagrado donde los sumerios podían conectarse con sus dioses. Los templos en la antigua Mesopotamia eran considerados como las moradas de los dioses en la tierra, y el Templo Blanco no era una excepción.

El diseño del Templo Blanco también tenía un significado simbólico. La escalinata que conducía al templo representaba el camino ascendente hacia los cielos, mientras que la piedra caliza blanca que cubría el templo simbolizaba la pureza y la divinidad. Además, la orientación de las esquinas del templo hacia los puntos cardinales sugiere que los sumerios tenían un conocimiento avanzado de la astronomía, lo cual es coherente con su veneración hacia Anu, el dios del cielo.

El Templo Blanco de Warka es un testimonio de la rica historia y cultura de la antigua Mesopotamia. Aunque hoy en día solo quedan sus cimientos, las reconstrucciones y los estudios arqueológicos nos permiten apreciar su grandeza y entender su importancia en la sociedad sumeria. Este templo no solo era un lugar de adoración, sino también un centro de aprendizaje y un símbolo de la conexión entre los humanos y los dioses. A pesar de su desaparición física, el Templo Blanco de Warka sigue siendo un monumento importante en la historia de la humanidad.