«El Gattamelata» de Donatello
Se trata de una escultura monumental de bulto redondo, realizada en bronce en 1453 para la plaza de la basílica de San Antonio de Padua (Italia), encargada por los herederos del Condottiero Erasmo de Narni, dictador de Padua. El conjunto fue pensado como monumento – tumba, de ahí la cámara funeraria que ocupa la parte central.
El retrato propiamente dicho se levanta sobre una planta elíptica de bloques horizontales, isódomos perfectos, cuya unidad con el bronce los hace parecer unidos, como si hubiesen nacido conjuntamente.
El escultor Donatello se propuso con este ejemplo abandonar la típica estatua funeraria veneciana para erigir una semejante a las que Roma elevaba a sus emperadores. Se sabe que en su juventud, el escultor acompañado de su amigo Brunelleschi, visitó la ciudad de Roma donde conoció y estudió los principales monumentos y estatuas de la Antigüedad clásica. Allí se conservaba la estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio, que sobrevivió a la Edad Media al ser confundido con el emperador Constantino, en cuyo mandato se publicó el Edicto de Milán, que legalizó el cristianismo, con lo que fue respetada y no fundida, como otros muchos ejemplos de la Roma pagana. Así el monumento romano sirvió de inspiración al escultor para realizar esta obra, con lo que se produce además de la recuperación de un tipo iconográfico (retrato ecuestre), la de un tipo de escultura, la urbanística, ligada al entorno público, para uso y disfrute de la comunidad de ciudadanos del lugar. Las pequeñas repúblicas italianas, eran también una especie de ciudades- estado independientes entre sí, en las que existía una marcada conciencia de lo público, con lo que los gobernantes tienen en cuenta a los ciudadanos, como en el mundo antiguo.
En la parte superior del monumento se representa al general en el momento de pasar revista a las tropas, conteniendo en su mano las riendas de un fogoso y vigoroso caballo tratado con un detallismo y realismo igual al del jinete. La montura aparece avanzando lentamente, lo que se refleja en el movimiento de sus patas, pese a lo cual el escultor cierra la línea compositiva de las patas del caballo colocando una bola en la pata delantera que estaba en el aire. La cabeza ligeramente ladeada o las crines de la cola recogidas, dotan a la composición de un efecto pausado, sereno y más o menos cerrado, como es de esperar en un estilo que como el Renacimiento aspira a reproducir los principios estéticos del mundo clásico.
El retrato representa al general con menos años de los que tendría en ese momento, aunque en su edad madura, en el que se refleja cierta influencia de la retratística romana, sobre todo en el porte, el ademán, acentuado por la vestimenta, la coraza, que nos remite a la serie de estatuas “toracatas” imperiales. Su rostro muestra la dignidad del retrato romano, desafiente, adusto, enérgico.
Movimiento y tensión contenidos dominan en la composición, como si en todo el conjunto se quisiera mostrar una mezcla entre la dignidad antigua y un cierto sentido de control, de alguien que supo manejar las riendas de diversas situaciones y guiar firmemente su destino.