Eva de Autum
Tradicionalmente la historia del arte siempre se ha ocupado de los grandes conjuntos artísticos o de importantes piezas asociadas a grandes artistas, en este sentido no parece extraño que conozcamos el nombre del autor una de las piezas más valoradas de la escultura románica pese a que en aquellos momentos no era común firmar las obras, pero sí que resulta llamativo que la pieza que nos ocupa sea un pequeño fragmento de un dintel; de esta manera el conocido relieve de la Eva de Autum, adquiere una importancia comparable a los frisos del Partenón.
La catedral de San Lázaro de Autum fue uno de los focos artísticos más destacados de la Edad Media, en ella se aúnan las concepciones estilísticas impuestas por Cluny y las pequeñas innovaciones estilísticas que preludian la estética goticista. En torno al año 1130 debió de realizarse la fachada lateral del transepto norte de la Catedral por parte del Maestro Gislebertus, sin embargo a día de hoy lo único que queda de este singular pórtico es este pequeño relieve que formaría parte del dintel. Según las fuentes documentales halladas al respecto, la portada lateral estaría formada por las representaciones de la Resurrección de San Lázaro en el tímpano, El pecado original con Adán y Eva en el dintel y la representación de San Lázaro obispo de Marsella en el parteluz.
Por su parte son pocos los datos que conocemos acerca del Maestro Gislebertus, parece ser que en su época obtuvo bastante reconocimiento y trabajó en una de las empresas más destacadas del momento, la decoración del Monasterio de Cluny. Pero sin lugar a dudas, lo que más llama la atención es que el Maestro firmase su obra en un momento en el que las artes plásticas se consideraban un mero oficio artesanal, Gislebertus impone de esta manera un sentimiento de autoreconocimiento en su obra.
La Eva de Autum que en la actualidad se encuentra en el Museo Rolin de Autum es una de las poquísimas representaciones de un desnudo femenino en época románica. Eva aparece tumbada en el suelo, apoyándose sobre las rodillas y uno de los codos mientras que con la otra mano sujeta el fruto prohibido; a la derecha de la figura se situaría Satán que inclinaría el árbol de la ciencia del bien y del mal para que Eva recogiese la manzana, mientras a la izquierda la mirada de Eva parece dirigirse a Adán en un gesto cómplice, sin embargo ninguna de estas figuras se conserva en la actualidad.
Gislebertus ha representado a Eva con la mano en el rostro como señal de arrepentimiento, sin embargo su postura retorcida adquiere una potente carga sensual que contradice este gesto. El maestro que representa una anatomía alargada y poco realista consigue a su vez recrear una figura completamente expresiva que poco tiene que ver con el hieratismo de la estatuaria románica y que paulatinamente nos acerca a las formas goticistas que surgirán en Francia a finales del siglo XII.
Parece probable que esta escena del Pecado Original estuviese completada con la representación del Adán y Eva escondidos en el Jardín del Edén ya que ambas escenas son, junto con la resurrección de Lázaro que aparecía en el tímpano, frecuentes alegorías medievales de la confesión.