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Memorial de guerra portátil de Ed Kienholz

Publicado por A. Cerra

Memorial de la guerra portátil de Ed Kienholz

Esta obra de 1968 se encuentra en el Museo Ludwig de Colonia y para empezar es difícilmente categorizable en cuanto al género. ¿Es una escultura? ¿Una instalación? Incorpora tanto objetos reales como moldes de yeso realizados para la ocasión. Hay una lápida, un cartel, una bandera, mobiliario, fotos, un perro disecado, una máquina de Coca Cola, un cubo de basura. También hay recreaciones hechas con madera, metal, fibra de vidrio, una pizarra y más elementos. Es un ensamblaje o especie de retablo híbrido tridimensional, Y todo para plasmar el pasado y los vínculos militares de Estados Unidos.

Y es que hay que tener en cuenta el contexto en el que Ed Kienholz (1927 – 1994) ideó la obra, a finales de los años 60 cuando estalló el movimiento hippie y pacifista, además de que en Estados Unidos había ya una fuerte oposición social a la Guerra de Vietnam.

El autor lo concibió como un díptico para ser leído de izquierda a derecha. Así que siguiendo ese orden inicialmente se pueden ver diversas imágenes perfectamente identificables de escenas bélicas del pasado, como la recreación de los soldados que plantaron la bandera en la isla de Iwo Jima, tal y como se les presenta en una célebre fotografía. Además que se ve el famoso cartel del Tío Sam llamando al patriotismo o en el cubo de la izquierda se distingue la cabeza de la cantante Kate Smith y se escucha su versión de God bless America.

Lo siguiente que se ve es un muro negro, que en realidad es una pizarra donde se puede leer el nombre de 475 ciudades que han dejado de existir por culpa de las guerras. Y se han dejado huecos para seguir escribiendo las ciudades que desaparecerán en el futuro por el mismo motivo.

Y tras eso ya queda la mitad del montaje donde se recrea una típica cafetería norteamericana donde no falta de nada. Están las sillas y mesas para sentarse cómodamente, tanto en el interior como en el exterior protegidos por una sombrilla. Está la imprescindible máquina de refrescos y se ofrecen perritos calientes y paltos de chile. El local está abierto, y con una gran fotografía se recrea la típica pareja estadounidense que disfruta de sus costumbres y ha acudido a tomar algo al local, de paso que pasean a su mascota, a la que vemos disecada.

En definitiva, podemos ver dos mitades bien diferenciadas, y el tono es evidentemente antibelicista. Pero el autor no quiso hacer una obra polémica o de denuncia, y por supuesto nunca pensó en ofender a su país. En sus propias palabras dijo que su intención tan solo era la de crear un memorial que diera que pensar, pero que nunca quiso hacer una obra “arrogante”.