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Fuente del Amorcillo de Durenne

Publicado por A. Cerra

Fuente del Amorcillo de Durenne

Hoy os queremos hablar de un creador cuya labor está a medio camino entre la producción industrial y lo más artístico. Y no hablamos de ningún creador actual, sino de uno del siglo XIX. Nos referimos al escultor y fundidor de metales Emile Antoine Durenne. Un personaje francés nacido en 1822 y fallecido en 1895, cuyas obras se pueden rastrear por diversos lugares de Europa y América, e incluso en la actualidad hay alguna obra suya en tierras de Guinea, en África.

Lo cierto es que hizo muchas figuras, fuentes y grupos escultóricos que hoy se pueden ver en grandes ciudades de Francia, España, Canadá, Estados Unidos, Brasil o Rusia, entre otros lugares. Y no solo en ciudades, también en poblaciones más modestas como es el minúsculo pueblo prepirenaico de Loporzano, en la provincia española de Huesca. Allí se encuentra esta escultura fundida en hierro que se hizo para decorar una fuente que conmemoraba la traída de las aguas desde la zona más montañosa hasta la capital oscense.

Y es que la labor de Durenne no fue únicamente la creativa y escultórica. Es cierto que comenzó a formarse como escultor en la Escuela de Artes y Oficios. Pero tras eso alternó su trabajo más personal como la mejora de los procesos de fundición de metales para materializar las obras y diseños realizados por otros artistas.

Para ello no dudó en rescatar una vieja fábrica de fundición, tras lo cual no le faltó el trabajo, y tuvo encargos realmente importantes para diversas ferias y exposiciones internacionales a lo largo de gran parte del siglo XIX. Por eso sus trabajos, siempre firmados como fundidor pueden verse en numerosos lugares del planeta. Es decir que fue un personaje muy interesante para el desarrollo de la escultura y los monumentos de la época. Además de que entre los hechos más destacados de su biografía destaca el hecho de ser uno de los miembros fundadores de la Escuela Nacional de Artes Decorativas en Francia.

Pero sobre todo su gran logro fue conseguir que el hierro se convirtiera en un material perfecto para el arte monumental. En sus fuentes más grandilocuentes usa el hierro como material artístico. Y consigue dotarlo de una calidad y texturas que hasta entonces solo se habían sabido conseguir con el bronce, evidentemente mucho más caro, al ser un metal precioso. Sin embargo, el hierro era más abundante y económico, por lo que se podían hacer creaciones más grandes y con programas iconográficos más ambiciosos.

No obstante, el hierro también acabó usándolo en proyectos menos ampulosos, como es el caso del Amorcillo de Loporzano, donde las pequeñas figuras basadas en la mitología clásica, tienen una calidad y una textura táctil muy atractiva.