Ganímedes y el águila, Thorvaldsen
Desde mediados del siglo XVIII y durante buena parte del siglo XIX las formas llamativas y recargadas de la estética del rococó fueron dando lugar a una corriente más enraizada con el pasado, especialmente con la estética greco – romana, donde las formas retomaban modelos más sencillos y puristas. No es de extrañar que las corrientes filosóficas de la Ilustración diesen paso a nuevas concepciones artísticas en las que la racionalidad, el canon y el ideal de belleza clásico se imponía en el campo de las artes plásticas.
Dos escultores plasman como pocos los nuevos ideales neoclasicistas, uno de ellos es el italiano Antonio Cánovas, la figura más sobresaliente de este siglo y otro de ellos –cuya figura se haya quedado quizás más ensombrecida o en el olvido- es el autor de la obra que aquí nos ocupa Alber Bertel Thorvaldsen.
Según estudios reciente parece ser que el origen del escultor es danés aunque muchos historiadores del arte han situado su lugar de nacimiento en Islandia; el escultor debió de nacer en Copenhague en el año 1770 y allí se formó en la Academia de Bellas Artes de Copenhague donde cosechó numerosos éxitos. Obtuvo una de las codiciadas becas de estudios que le permitió viajar a Roma para conocer a los escultores clásicos del Renacimiento. Thorvaldsen tuvo numerosos éxitos a lo largo de su carrera y fue uno de los artistas más abalados de su tiempo.
En esta ocasión nos encontramos ante una escultura de bulto redondo que el artista de pequeñas dimensiones (la pieza ni siquiera alcanza el metro de altura, tan solo mide ochenta y cinco centímetros) realizada en mármol. Se trata de una escultura mitológica que representa al copero de los dioses Ganímedes dando de beber a Zeus metamorfoseado en águila, es una de las historias extraídas de las Metamorfosis de Ovidio. Así se narra como el joven Ganímedes era un príncipe troyano que se encontraba en el monte Ida cuando Zeus, el padre de los dioses lo vio y se enamoró de él; entonces transformándose en águila raptó al joven llevándolo a vivir al Olimpo y convirtiéndolo en el copero de los dioses.
En la escultura del autor neoclasicista vemos como Ganímedes ha sido representado como un muchacho joven, imberbe y cuya musculatura aún no se ha desarrollado, esto se debe a que en el monte Olimpo, el lugar de residencia de los dioses, no se envejecía. El muchacho aparece agachado con una de sus rodillas hincada en el suelo y completamente desnudo, tan solo aparece ataviado con un gorro frigio típico de Troya. En una de sus manos sostiene el ánfora con el brebaje mientras que con la otra aguanta frente a un águila un cuenco de donde ésta bebe.
El animal es grande y poderoso y el artista ha puesto especial cuidado en su representación, el plumaje aparece bien definido y su cuerpo erguido contrarresta el volumen del joven agachado, de esta manera la simetría se hace patente en el conjunto mostrándonos una obra muy razonada.