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La decoración en los templos griegos (I)

Publicado por Chus

Artemisa en CorfuLa normativa de los órdenes fijaba tres zonas para poder decorar con escultura o con pintura en los templos griegos: los frontones triangulares en los templos dóricos y jónicos (aunque los jónicos rara vez se rellenaban); las metopas en los templos dóricos y los largos, estrechos y corridos frisos del orden jónico, sin olvidarnos de la posible substitución del fuste de las columnas en el orden jónico por estatuas femeninas o masculinas.

Los frontones son triángulos de larga base y poca altura, por lo que no es fácil organizar las figuras en su interior para que describan una historia de forma coherente y armoniosa. Si los artistas griegos se hubiesen limitado a colocar dibujos florales o abstractos, no hubiese habido ningún problema, pero ellos se plantearon esos espacios como lugares en los que contar historias.

Uno de los ejemplos más antiguos conservados es el templo de Artemisa en Corfú, de los primeros años del siglo VI antes de Cristo. En el centro del mismo se representa una enorme Gorgona, que era Medusa, decapitada por el mítico héroe, Perseo, representada precisamente en actitud de correr, con las piernas dobladas, huyendo del héroe. Aparecen también sus hijos, ya que según la leyenda en el momento de su muerte dio a luz a Pegaso, el caballo alado y a Chrysaor, el hombre que le brotó de la cabeza en el momento de ser cortada. Así Pegaso está a su izquierda y Crysaor a su derecha. A ambos lados de Medusa hay una pantera agazapada, son los guardianes del templo, cuya postura reclinada les permite acomodarse a la pendiente del frontón. Hay varias figuras muy pequeñas en los rincones, que cumplen una función narrativa. A la izquierda, de la historia de la caída de Troya, aparece Príamo sentado, a punto de ser asesinado durante el ataque de los griegos, y un troyano muerto. Las figuras de la derecha representan a combatientes en la batalla de los dioses y los gigantes (Gigantomaquia), con Zeus empuñando el rayo y un gigante de rodillas, mientras que otro está tumbado en el rincón. Aunque como decoración el frontón es destacado, como narración resulta ininteligible, ya que se presentan tres historias diferentes, inconexas y con escalas diferentes. Posiblemente a los espectadores de la época esto no les importaba demasiado, tal vez para ellos sería suficiente con reconocer a alguno de los protagonistas de las historias y disfrutar de ellas por separado. Cabe también la posibilidad de que no concibiesen el frontón como un espacio demarcado para narrar una única historia, una imagen unificada de la realidad. De todas formas, con el tiempo surgió el gusto por representaciones realistas y convincentes, considerando la base del frontón como un escenario en el que mostrar una creíble visión de una situación real y, llenando el espacio con una única historia que debía captarse en su totalidad gracias a figuras hechas a la misma escala.

Así nos encontramos con el frontón oriental del templo de Afaia en Egina, esculpido en torno al 490 antes de Cristo, que representa una batalla mitológica. La diosa Atenea aparece en el centro, con su cabeza cubierta con un casco que llega hasta el vértice del frontón. A ambos lados se representa a una serie de héroes mortales, de menor tamaño, están luchando, de tal manera que las más cercanas al centro aparecen de pie, mientras que las más lejanas se tambalean, se agachan y terminan por estar acostadas, con arreglo a la pendiente del frontón, mostrando una total adaptación de la escultura al marco arquitectónico, sin restar credibilidad a la composición del relato.