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La eterna primavera, Rodin

Publicado por Laura Prieto Fernández

La eterna primavera es una de las esculturas más conmovedoras del artista del XIX, Auguste Rodin. En ella el artista ha representado la fusión del amor y del renacer plasmada en el cuerpo de un hombre y una mujer pero sirviéndose de formas abiertas que transmitieran al espectador mucho más de lo que a primera vista pudiese parecer. Rodin concibe la escultura como un medio para plasmar los sentimientos, el estado interior, de ahí que sus obras sean mucho más que trascendentales.

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François Auguste René Rodin (1840 – 1917) es una de las figuras más destacadas de la estatuaría francesa. Como ningún otro, Rodin se ha perfilado como uno de los principales representantes del movimiento impresionista en el ámbito de la escultura. Si bien es cierto que durante el siglo XIX la pintura había sufrido una gran evolución hacia formas más modernas de la mano del grupo de los impresionistas, hasta la llegada de Rodin la escultura se había mantenido anclada en la tradición. Su obra representa un punto y aparte en la producción escultórica y el punto de partida hacia las vanguardias del XIX y XX.

Formado en la Escuela de Artes Decorativas y con grandes conocimientos acerca de la anatomía humana que el artista adquirió por cuenta propia, Rodin fue un artista hecho a sí mismo. El artista trabajó en el taller de algunos escultores de su época, sin embargo el verdadero punto de inflexión para su carrera llegó en la década de los setenta cuando el artista viajó a Italia para conocer de primera mano la estatuaria renacentista.

Poco después de ese viaje, en torno al año 1884 el artista concibe esta escultura de la cual se han hecho un buen número de variaciones debido al éxito que cosechó. Se trata de una escultura exenta cuyo molde fue realizado en arcilla para posteriormente, ser fundida en bronce. El artista concibió la pieza como parte de la conocida obra de Las Puertas del Infierno, sin embargo ésta nunca llegó a formar parte de la conocida escultura ya que el artista la consideró poco adecuada para la temática de Las Puertas. En realidad, La eterna primavera –también conocida como Juventud o Ideal- es la variación de una obra mucho más conocida de Rodin, su famoso Beso; no obstante en esta ocasión el artista nos presenta una escena mucho más desgarradora, la fuerza del deseo se hace patente en un beso más apasionado que romántico donde los cuerpos del hombre y la mujer se funden en uno solo para dar lugar a un nuevo renacer, una nueva primavera.

Especial mención merece el cuerpo desnudo de la joven que se torsiona en un potente arco y es sujetada por su compañero. En alguna de las versiones el hombre apoya su brazo extendido en una gran rama y la pierna sobre una roca sin embargo, en esta versión el brazo aparece violentamente estirado en lo alto mientras la pierna cuelga fuera del pedestal ocupando aún mayor espacio. Especial mención merecen los acabados contrastando el pulido de algunas zonas con el aspecto rugoso de otras.