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La mártir y El hombre que cae, Rodin

Publicado por Laura Prieto Fernández

Son muchas las ocasiones a lo largo de la historia del arte en las que una obra de arte se ha convertido en el icono de un artista, así por ejemplo resulta inconcebible el hecho de mencionar a Leonardo da Vinci y no pensar en la Gioconda o en Fidias y no tener en mente los frisos del Partenón, pues bien, de la misma forma parece impensable el hecho de separar a Rodin de su famosa escultura Las puestas del infierno y no sólo por el hecho de que ésta fuese su obra más conocida y valorada sino porque a partir de ella, surgieron un gran número de obras independientes, bien porque en principio se destinasen a la puerta y finalmente no ocupasen su lugar o bien porque las piezas, además de formar parte del conjunto escultórico, también se diseñaron de forma individual como ocurre en esta ocasión.

Las Puertas del infierno fueron realizadas por Rodín y por su compañera Camille Claudel entre 1880 y 1917; en vida el artista nunca llegó a ver expuesta su obra, aunque a día de hoy hay más de ocho versiones distintas de las famosas puertas. No obstante, lo que Rodin sí pudo hacer fue sacarle partido al gran número de piezas que formaban la composición.

En 1885 el artista creó de manera independiente la escultura titulada La mártir, una pieza exenta realizada en bronce que se presenta en diversos formatos -vertical u horizontal- y que representa el sufrimiento en el cuerpo de una joven dama. Sus músculos se tensan, los movimientos son violentos y en su rostro se aprecia la agonía de su dolor. Rodin utilizó esta pieza en la parte superior de la Puerta, en la zona del tímpano aunque también lo hizo en dos grupos independientes, La fortuna y La avaricia y lujuria.

La mártir es una obra que refleja la maestría de Rodin en la captura de la emoción humana y la tensión física. Su habilidad para moldear el bronce en formas tan expresivas y realistas es una de las razones por las que se le considera uno de los grandes escultores de su tiempo. La pieza es un testimonio de su habilidad para capturar la esencia de la condición humana, en este caso, el sufrimiento y la agonía, de una manera que pocos artistas han logrado igualar.

Unos años antes en 1882, el artista diseñaba la pieza conocida como El hombre que cae, en esta ocasión el artista la utilizarías hasta tres veces distintas en las Puertas del Infierno, pero también la usó como grupo independiente. En ella podemos observar un hombre completamente torsionado que se precipita a los infiernos.

El hombre que cae es otra obra maestra de Rodin que muestra su habilidad para capturar el movimiento y la emoción en bronce. La figura parece estar en medio de una caída, con su cuerpo contorsionado en un intento desesperado por agarrarse a algo. La tensión en los músculos y la expresión de terror en el rostro de la figura son un testimonio de la habilidad de Rodin para capturar la emoción humana en sus obras.

Algunos autores hablan de la posibilidad de que Rodin creyese que el encargo de las Puertas iba a ser cancelado y que directamente concibiese la obra como una pieza individual ya que en la posición que se encuentra era muy difícil adherirla al conjunto de las Puertas. También se ha especulado con que las dos esculturas que aquí analizamos hubiesen surgido tras los estudios que el escultor hizo en la morgue, de ahí el estudio contrastado de la anatomía de las figuras así como la expresividad de sus rostros.

Además de su habilidad para capturar la emoción y el movimiento, Rodin también es conocido por su habilidad para capturar la belleza y la gracia del cuerpo humano. Sus obras a menudo presentan figuras desnudas, lo que le permite mostrar la belleza natural del cuerpo humano en su forma más pura. A pesar de la naturaleza a veces sombría de sus temas, las obras de Rodin siempre mantienen una belleza y una gracia que las hacen inconfundiblemente suyas.