Ofrenda de Orestes y Pílades
Esta pareja escultórica realizada en mármol de Carrara también se conoce como Grupo de San Ildefonso, ya que la obra se encontraba en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso, de donde pasó a formar parte de la colección del madrileño Museo del Prado, donde se expone en la actualidad.
Se trata de una obra creada en el siglo antes de Cristo, en los comienzos del gobierno imperial de Augusto. Y por su estilo, los estudiosos del arte romano lo relacionan con las obras que salieron de la Escuela de Pasiteles, un escultor que trabajó en Roma en los tiempos de Julio César y que instauró un estilo neoático, es decir, una vuelta al arte griego más clásico.
La imagen se ha de interpretar como una representación de la amistad fraternal. Aunque hubo quien lo identificó en su momento con una representación de los hermanos Cástor y Pólux, lo cierto es que parece ser una imagen de Orestes y Pílades, dos amigos que fueron en busca de una escultura de Artemisa por encargo de Apolo, y que no hubieran dudado en sacrificarse el uno por el otro en los momentos más complicados de su viaje. De ahí esa postura de dos jóvenes dándose un abrazo y avanzando juntos en el momento preciso en el que van a realizar la ofrenda final tras su aventura, ya que por fin han regresado hasta Atenas con la figura de Artemisa que se les había encomendado.
En conjunto se trata de una escultura en la que han desaparecido muchos de los artificios del periodo precedente y más recargado del arte helenístico, y como decíamos al inicio se ha hecho una vuelta a las formas más clásicas, armónicas y sencillas. De ahí por ejemplo que sea una obra con una vista frontal predominante, sin que haya giros ni movimientos bruscos que despisten la mirada del espectador.
Nos podría parecer incluso que las figuras funcionan de una forma simétrica, casi de a modo de un reflejo especular, si bien, hay sutiles cambios de postura para darle un mayor dinamismo a la representación y evitar la repetición más absoluta. Y en ese mismo sentido funciona la peculiar ondulación curva de los cuerpos, algo muy propio de la escultura clásica griega.
Si bien es cierto que los historiadores tienen documentadas ciertas modificaciones sufridas en las figuras a lo largo de la historia, ya que hay partes de brazos e incluso de cabezas que se variaron con los desperfectos y el paso del tiempo, sin embargo, el resultado que ha llegado hasta nuestros días no puede diferir mucho de cómo debió ser en origen.