Puerta del Duomo de Ravello
Estas puertas románicas que dan acceso al Duomo de Ravello son un raro ejemplo de una creación artística firmada en aquellos años. No era habitual que alguien al que se consideraba un artesano firmara sus obras, pero en cambio en uno de los paneles central del batiente izquierdo de esta doble puerta hay una inscripción que se lee claramente e indica que esta puerta la realizó el maestro escultura Barisano da Trani en el año 1179.
Para entonces este templo de la costa Amalfitana italiana que guarda como gran reliquia la sangre de San Pantaleón casi había cumplido el siglo de vida, ya que el templo se construyó entre 1086 y 1087. Sin embargo el potentado y aristócrata local Sergio Muscettola quiso encargar esta obra y donarla a la catedral de Ravello. Por supuesto, también su nombre, el de su esposa y el de sus tres hijos aparece reflejado en la inscripción que labró Barisano da Trani.
Lo cierto es que la puerta es espectacular con sus dos batientes de madera en los que se reparte hasta 80 placas de bronce con diversos bajorrelieves. Todas ellas están unidas mediante clavos y tachuelas a la madera. Y la superficie de cada una de ellas es diferente: 54 muestran figuras, mientras que 26 tienen diversos motivos decorativos.
Dado su sistema de colocación, se ha comprobado que las placas se han desmontado y se han vuelto a instalar en otro orden a lo largo de los siglos. Si bien habría un orden inicial que plantearía una secuencia que va de las escenas y personajes de la Creación, y después el mundo humano para acabar con el celestial en el que se identificarían varios santos, la Madonna y Jesucristo.
El autor, Barisano da Trani, estuvo muy activo en la segunda mitad del siglo XII. De hecho también fue él quien diseñó y elaboró varias puertas y portones monumentales como en su ciudad natal de Trani o para la grandiosa Catedral de Monreale. Se piensa que todas ellas son posteriores a su obra en Ravello, la cual curiosamente es la única que aparece con una fecha concreta de ejecución.
Y siempre utilizó un sistema semejante de trabajar el bronce para crear relieves a través de la técnica de la cera perdida. O sea creando moldes de cera en negativo, sobre los que vertía y fundía el bronce para dejar la forma definitiva al metal, una vez que este se enfriaba y solidificaba.
Esta puerta ha sido recientemente restaurada y se le ha devuelto todo su esplendor, convirtiéndose en uno de los grandes atractivos del Duomo de Ravello.