Púlpito de San Esteban en Viena
Hay varios púlpitos labrados durante la época del Gótico que han alcanzado renombre mundial. Especialmente en Italia, donde la saga de Nicola y Giovanni Pisano hizo los púlpitos del Baptisterio de Pisa o de la catedral de la misma ciudad.
Pues bien mucho después se hizo este otro púlpito, pero ahora en el Catedral de San Esteban de Viena, y ya en el siglo XVI, entre los años 1511 y 1515. Unas fechas que en Austria y en gran parte del centro y del norte de Europa se corresponde con las últimas fases del arte del Gótico Flamígero. Un periodo en el que la ornamentación alcanza todo su esplendor y un magnífico ejemplo es este púlpito que labró el artista Anton Pilgram, quien poco después de hacer esta obra fallecería.
No obstante, con este púlpito había logrado culminar su gran obra maestra, y de hecho incluso se autorretrató junto a ella, bajo la escalera. Lo vemos como asomándose a una ventana, para mirar y admirar su creación. Por esa razón, ese peculiar autorretrato se conoce popularmente como “el mirón”.
No es este el único busto de este conjunto escultórico. También talló las imágenes de los Cuatro Doctores de la Iglesia. Todos ellos con unos rasgos de enorme expresividad, incluso excesivamente dramática, como si arengaran o estuvieran enfadados con los fieles que los contemplan desde las naves del templo.
Además de estas figuras en forma de busto en lo más alto del púlpito, toda la estructura se sostiene por formas que representan todo el repertorio decorativo de la arquitectura del Gótico Flamígero. Es decir, aquí están los arcos con todo tipo de nervios y adornos, fustes filamentosos, gabletes, elementos vegetales muy estilizados, pináculos con mil y una caladuras, etc, etc.
Es un auténtico derroche ornamental, y siempre inspirado en los motivos característicos del arte gótico. Aunque de alguna forma se ha degenerado por completo la esencia del gótico, y ahora lo que se busca tiene mucho más que ver con la estética y el reto artístico, que con la espiritualidad de siglos atrás. De alguna forma es la última expresión de este arte medieval, que a comienzos del siglo XVI casi ha desaparecido en otros lugares de Europa. Por ejemplo, en Italia donde ya hacía 10 años que Miguel Ángel había tallado para la República de Florencia su famoso David.