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Retablo San Esteban, Churriguera

Publicado por Laura Prieto Fernández

El retablo de San Esteban ubicado en el convento anónimo que dirige la comunidad de los dominicos en la capital salmantina es uno de los ejemplos más destacados de arte churrigueresco y marca una nueva tipología tanto escultórica como arquitectónica en la concepción de los retablos en España. Aunque la pieza fue diseñada a finales del siglo XVII, el famoso retablo sentará las bases para la elaboración de retablo a lo largo del siglo siguiente superando la estética marcada en el Renacimiento de la división de calles.

Con el término churrigueresco se ha denominado a una etapa del periodo barroco, el último barroco también conocido como barroco estípite, en donde se ahonda en la profusa decoración y en el gran dinamismo de las composiciones. Pero sin lugar a dudas el término Churrigueresco denomina por encima de todo el arte creado por una familia, los Churriguera. En este contexto no parece extraño que algunas de las obras más destacadas de la época fuesen realizadas por los miembros de esta notable familia.

En 1692, casi ochenta años después de que finalizara la construcción del Convento de San Esteban la orden de los dominicos encargó al arquitecto y retablista José Benito de Churriguera la realización de un altar que coronase la capilla mayor de su iglesia. José de Churriguera (1665 – 1725) procedía de una notable familia de artista, formado en el taller familiar fue nombrado arquitecto del rey durante el mandato de Carlos II. Pese a que la mayor parte de su vida la pasó en la capital madrileña fue el encargo de Salamanca el que le consagró como artista y el que le permitió disfrutar de gran fama.

Salamanca,_convento_de_san_esteban_altar_mayor

El retablo fue realizado en madera de pino dorada y policromada y pese a romper con la esquematización se puede diferenciar en su seno seis calles o divisiones que el artista realiza a través de seis columnas de orden salomónico –columnas con fuste helicoidal- y gigante cuyo fuste ha sido adornado con roleos y hojas de acanto. En el centro de la composición el artista dispone un tabernáculo o sagrario a modo de templete que servía para albergar la sagrada forma y se encontraba enmarcado por dos columnas; a los lados de éste las esculturas exentas de dos de los santos más destacados para la iglesia San Domingo de Silos y San Francisco de Asís.

Pero en el retablo de José Churriguera lo más destacado no es la escultura, de hecho esta queda supeditada a la magnífica concepción arquitectónica que el artista hace del retablo. Así el artista sitúa un entablamento quebrado sobre el templete adornado con un cortinaje que el artista realiza en madera y que otorga dinamismo al conjunto, todo ello para acoger un grandísimo lienzo pintado por el artista Claudio Coello y que representa el martirio de San Esteban. El retablo queda rehundido en el ábside de la capilla como si formase parte de éste, como si naciese de los propios muros que sustentan el templo renacentista.