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Retablo Mayor del Pilar de Zaragoza

Publicado por A. Cerra

Retablo Mayor del Pilar de Zaragoza

Dentro de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza se guardan diversos tesoros artísticos, entre ellos varios frescos realizados por Francisco de Goya como el Regina Martyrum.

Pero además de las pinturas goyescas también merece la pena individualizar el gran Retablo Mayor dedicado a la Asunción de la Virgen y que labró en alabastro el artista valenciano Damián Forment (h. 1475 – 1540), el cual invirtió varios años de trabajo en la obra, desde 1509 en el que recibió el encargo hasta el 1518 cuando se dio por concluido. Pero una obra de estas dimensiones obviamente no la hizo él solo, ya que aquí trabajó un gran equipo de escultores, oficiales y aprendices.

Para acometer la obra tenía que tener como referente el retablo mayor gótico que había en la Catedral del Salvador de Zaragoza, un templo prácticamente vecino a la Basílica del Pilar. De ahí que en la obra de Forment se distinga una arquitectura decorativa muy propia del gótico, mientras que la figuración ya es característica del arte renacentista.

Si vamos de abajo arriba, podemos diferenciar distintos tipos de escenas.

En la parte más baja, la del banco, hay varias hornacinas con escenas de la Vida de la Virgen, las cuales quedan separadas por estatuillas de los apóstoles y diversos santos. Y también en esa zona, concretamente en el sotobanco se distingue el autorretrato del Forment y de su esposa, ambos en bajorrelieve y rodeados por una profusa ornamentación muy renacentistas a base de guirnaldas y angelotes.

El área principal del retablo se divide verticalmente en tres calles. Aquí las figuras ya son auténticos altorrelieves, por momentos casi figuras exentas. La calle central obviamente la ocupa el tema principal del conjunto: la Asunción de la Virgen. Aquí, la Virgen es transportada por los ángeles hacia el cielo, mientras los Apóstoles contemplan la escena.

Y en los flancos hay otras dos escenas protagonizadas por la Virgen. A la derecha el Nacimiento de María y a la izquierda su Presentación en el Templo.

En cualquiera de las tres escenas se ven las características escultóricas de Forment, un auténtico maestro en el trabajo del delicado alabastro, al que supo darle el tratamiento del mármol, para crear unas formas que ante todo tan monumentales como naturales, resumiendo así el espíritu del arte del Renamicimiento florentino.

Pero como decíamos al principio eso contrasta un poco con el aire gótico del retablo, que sobre todo se debe a su parte superior, plagada de cresterías y doseletes más propios del Gótico Flamígero que en algunas partes de Europa todavía perduraba a comienzos del siglo XVI.