Rodin
La personalidad de Auguste Rodin es una de las más grandes de la historia de la escultura y su genio y personalidad desborda los límites del Impresionismo. Su figura es fundamental para poder superar la fuerte crisis que venía sufriendo la escultura decimonónica por la fuerte tradición académica intrínseca a la propia escultura, debido a la naturaleza de sus materiales y por la crisis de significado y función de la escultura desde los primeros años del siglo XIX. En el Antiguo Régimen, tenía una clara función propagandística de la religión y del absolutismo regio. Con el advenimiento de la burguesía, a través de la revolución liberal, esto se va a cuestionar y los intentos para resolver la crisis planteada pasaban necesariamente porque la escultura asumiera mayores dosis de expresividad. El encargado de realizar este giro expresivo fue Carpeaux, escultor romántico, precisamente maestro de Rodin, quien sobre todo le enseña a plasmar el movimiento.
Además de Carpeaux, dos viajes van a resultar fundamentales en la configuración del estilo del artista. En 1871 se traslada a Bélgica para decorar la Bolsa de Bruselas y allí descubre el barroco flamenco, a Rubens y a los bodegonistas holandeses. Cuatro años más tarde, viaja a Italia donde puede ver in situ la obra de Donatello y de Miguel Ángel, que va a ser determinante para él, sobre todo la famosa “terribilitá”.
El arte de Rodin va a romper los cánones académicos y en los primeros momentos no va a gustar al público, aunque sí a la crítica, lo cual se traduce en la comisión de encargos oficiales. Así por ejemplo, prescinde del elevado zócalo o pedestal en el que se asentaban las esculturas, para acercarlas al espectador. En su obra funde la técnica impresionista, basada en la rugosidad de las superficies y la multiplicación de planos, buscando conseguir efectos lumínicos, con la fuerza colosalista de las figuras. El acabado rugoso, bosquejado, jugando con el contraste de texturas (finito-non finito), hace que la luz produzca vibraciones y contrastes próximos a la pintura Impresionista. Sus figuras son sinuosas, sin límites claros y es la luz la que contribuye a su indefinición, haciendo que la forma se funda con la materia prima de la que procede. Sus obras tienen siempre múltiples puntos de vista, lo que le remite claramente a Bernini. Además Rodin practicó el collage y la serie de imágenes, anticipándose a otras corrientes posteriores. No debemos olvidar tampoco que sus figuras, sobre todo sus desnudos, muestran un acabado estudio anatómico que, al igual que había hecho Miguel Ángel, le van a servir para mostrar el mundo espiritual. En el fondo Rodin siempre fue un modelador, más que un escultor propiamente dicho, así pues trabajaba mas con las manos que con el cincel.
Entre su obra destaca “La Puerta del Infierno” (1880-1917), para la que tomó como tema “La Divina Comedia” de Dante y a nivel plástico se inspiró en la “Puerta del Paraíso” de Ghiberti. De todas las figuras, la que más fama le ha dado es, sin duda, “El pensador”, concebida inicialmente como imagen de Dante, pero con un concepto final totalmente diferente a la imagen que tenemos del poeta. La influencia miguelangelesca es clara, no solo por la postura inspirada en última instancia por las tumbas Medici (“Lorenzo, il pensieroso”), sino por la fuerza que emana de dicha figura, corpulenta, algo primitiva tal vez, con poderosas manos y pies. La escultura en mármol “El beso” es otra de sus obras más conocidas, y se deriva también de la “Puerta del Infierno”, al estar inspirada en los amores de Paolo y Francesca. En esta obra, como en otras muchas de las suyas, al escultor no le interesa el espectador estático, por lo que éste debe deslizarse en torno a la escultura para poder preciarla en su totalidad. Otras obras son “Los burgueses de Calais” (grupo escultórico que anticipa las vigorosas formas del expresionismo), “La catedral”, “Danae”, etc.