Salero para Francisco I de Francia
Esta fina obra de orfebrería la realizó el artista italiano Benvenuto Cellini en el año 1543 y actualmente se expone en el Museo de Viena.
Cellini es especialmente conocido por su trabajo como escultor y por obras como su Perseo, obra cumbre de la escultura de estilo manierista. Sin embargo, también destacó en su época por ser un excelente orfebre, como muestra esta obra o una famosa Copa de Oro con la Esfinge.
De hecho, se ganó la vida tanto como escultor y como orfebre, viajando de ciudad y ciudad, y recibiendo encargos de algunas de las figuras más relevantes de su época, como este salero para el rey de Francia, Francisco I. Y para la misma corte francesa también realizó en una segunda estancia la famosa Ninfa de Fontainebleau y una figura en plata para el mismo rey.
Y todo ello, pese a que Cellini además de su vertiente artística, desde un punto de vista más personal, fue un personaje con una azarosa vida plena de vanidad, enfrentamientos y delitos varios.
Su filosofía vital como eminente artista le hacía pensar que no debía tener un taller y establecerse en un lugar. Él consideraba que tratándose de todo un virtuoso del arte, como era su caso, eran los aristócratas quién debían competir por sus servicios, y se desplazaba al lugar donde se encontraba aquel que más pujaba por su obra en cada momento.
Como ejemplo de este modo de trabajar sirve esta obra, un monumental centro de mesa para el que él se encargó de diseñar la orfebrería, modelarla y cincelarla. El tema en el que hace una representación de la tierra y el mar se lo sugirieron dos eruditos de la corte, a los cuales desairó desde el momento que les enseñó el primer modelo realizado en yeso.
Una imagen que él mismo describió por escrito: “El Mar, en forma de hombre, sostiene un barco finamente labrado que puede contener la sal. Y debajo de él puse cuatro caballos marinos, y a la figura le di un tridente. La Tierra, en forma de hermosa mujer, la hice tan graciosa como me fue posible. Y a su lado coloqué un templo ricamente adornado para poner la pimienta”.
La elegancia suave de las figuras puede parecer afectada y artificiosa, pero eso son rasgos propios del arte manierista.
A modo de anécdota, el mismo Cellini cuenta que cuando el rey francés le entregó el oro para la realización de la obra, le intentaron asaltar cuatro ladrones en la calle y él solo se defendió hasta hacerlos huir.
La obra de Cellini es típica de su momento histórico y artístico, tras los genios de la época renacentista anterior. Un momento artístico en el que era habitual pretender crear las cosas más interesantes y más extrañas de lo que antes se hubieran visto.