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Toros alados de Nimrud

Publicado por Laura Prieto Fernández

La ciudad de Nimrud, situada en el actual país de Irak y foco de atención en los últimos días debido a la destrucción del patrimonio a la que se ha visto sometida, fue la capital del imperio asirio en tiempos de Asurbanipal II no obstante su origen es muy posterior, se estima que en torno al siglo XII a.C. En los primeros tiempos la ciudad asiria debió ser una localidad poco destacada pero con el traslado de la corte a Nimrud, la ciudad comenzó a crecer paulatinamente hasta convertirse en uno de los focos administrativos y culturales más destacados del Mediterráneo.

Situada en el margen del río Tigris la ciudad arrasada por los babilonios en el siglo VII a.C. y sus restos quedaron sepultados durante años hasta que a mediados del siglo XIX, entre os años 1845 y 1852, el arqueólogo Austen Henry Layard encontró las ruinas de la ciudad confundiéndola con otra capital asiria, Nínive. Las obras de excavación estuvieron paradas hasta mediados del siglo siguiente cuando fueron retomadas por los arqueólogos Max Mallowan y Davis Oastes.

Muchos de los restos hallados en Nimrud se encuentran en la actualidad en distintos museos repartidos por todo el mundo, en el caso de los toros alados que aquí nos ocupan su destino actual es el British Museum de Londres. Allí los toros se exponen en la misma posición que debieron tener en su origen cuando guardaban el salón del trono del palacio de Asurbanipal II.

Los expertos han señalado su datación entre los años 883 y 859 a.C. Son dos grandísimas estatuas de más de tres metros y medio de altura y tres metros setenta de anchura cuyo peso supera las diez toneladas. Están realizadas en piedra y representan toros alados o lammasu, animales sagrados y protectores típicos de la iconografía mesopotámica.

Nimrud-MET

Los lammasu son un híbrido conformado por una cabeza de humano, las alas de un águila y el cuerpo de toro o león dependiendo de si las patas terminan en pezuña o garra. En el caso que aquí nos ocupa, los toros llevan sobre la cabeza una especie de turbante o tiara con forma redondeada aunque también existen otros –como los toros alados del Louvre- en los que la tiara tiene forma cuadrangular. En el rostro se aprecian los ojos almendrados, la nariz recta y una barba muy trabajada se dispone en bandas horizontales muy cuidadas. La anatomía del animal ha sido muy trabajada, especialmente en las patas donde los escultores inciden en la representación de los músculos. Las alas también han sido trabajadas con sumo detallismo representando individualmente cada una de las plumas. A modo de curiosidad, debemos fijarnos en que estas figuras poseen cinco patas ya que están diseñadas para ser vista tanto de frente –entonces parecía que el animal estaba parado- como de perfil de manera que el toro parecía caminar.

Este tipo de representaciones se ha asociado con la protección de lugares sagrados pero también como un reflejo del poder ostentado por el monarca y de su virilidad.