Toros alados del Louvre
En diferentes yacimientos de las grandes ciudades del Imperio Asirio, en la región de Mesopotamia, se han hallado este tipo de figuras híbridas con cuerpos de toros, alas de águla y cabezas de ser humano. Un magnífico ejemplo serían los Toros Alados de Nimrud que hoy en día están en el British Museum de Londres, o los que hay en el Museo de Pérgamo en Berlín. Y otra muestra pueden ser los que expone el Museo del Louvre de París, que en este caso proceden de la ciudad Jorsabad, donde fueron hallados en el palacio del rey Sargón II, y cuya antigüedad se sitúa en el siglo VIII antes de Cristo.
Este tipo de figuras dentro de la mitología asiria se denominaban Lammasu, y su función consistía en proteger a sus propietarios, ya que se pensaba que eran capaces de detectar tanto a los malos espíritus como a los hombres malvados que se acercaban a las puertas donde se instalaban.
Con esa intención los colocaría Sargón II ante su palacio real de Jorsabad. Una fastuosa obra que mandó levantar cerca de la ciudad de Nínive y que llamó Dur-Sharrukin, lo que se puede traducir como la ciudadela de Sargón. De hecho, toda la construcción, incluidos los Lammasu venían a ser una ostentación de su gran poder, ya que estamos antes unos toros alados muy grandes con respecto a otros, al alcanzar una altura superior a los 4 metros.
Sin embargo, aquella construcción tan solo estuvo ocupada durante un año. Allí murió el propio Sargón, cuyo cadáver nunca se encontró. Pero su sucesor abandonó aquella fantástica edificación, y por eso se convirtió con el paso de los siglos en un fabuloso yacimiento arqueológico que los franceses bien supieron excavar en su provecho. Por eso motivo, estos toros alados desde el siglo XIX están en el Louvre parisino.
Los arqueólogos extrajeron del palacio de Sargón hasta cuatro toros alados. Pero no todos llegaron a Francia, ya que uno cayó durante el transporte al río Tigris y allí se hundió.
En fin, aquel modo tan colonialista y europeo de llevarse las obras de arte de otros territorios, en este caso Iraq, era algo habitual en aquellos años. Y si bien hoy en día no se vería con buenos ojos, lo cierto es que en este caso se puede considerar todo un acierto, ya que en los últimos años este tipo de obras conservadas en sus emplazamientos originales han sufrido brutales ataques y destrozos por parte de los integristas religiosos que absurdamente consideran símbolos paganos a estas obras de arte con milenios de historia y que por lo tanto deben destruir.