Alfombra de Ardabil
Estamos ante una obra de arte inmensa. Comenzando por su tamaño, ya que se trata de un objeto textil que se extiende durante más de 10 metros de largo y la mitad de ancho. Por lo que cuando se observa en su lugar de exposición en el Victoria and Albert Museum de Londres sin duda alguna impresiona. Además es una alfombra persa que se tejió en el siglo XVI, que ha pervivido al paso de los siglos, y que ya en su época debió dejar boquiabiertos a quien la veía. Posiblemente por eso su creador se atrevió a firmar la obra, algo sumamente extraño.
En uno de los extremos cortos se puede leer la siguiente inscripción: “A excepción del cielo, no hay refugio para mí en este mundo, no hay otro lugar para mi cabeza. Trabajo para el esclavo de la corte. Maqsad de Kashan. 946” Una oda que hacer referencia a la oraciones musulmanas, que va firmada y datada en el año del calendario del Islam en el que se elaboró.
Cuando esta alfombra llegó al museo londinense a finales del siglo XIX, llegó con otra más de similares características. Pero ambas estaban en muy mal estado, motivo por el cual al emprender su restauración, se decidió emplear todo lo salvable del otro ejemplar, para así lograr tener una alfombra completa y esplendorosa.
Se sabe que la alfombra se tejió entre los años 1539 y 1540 por orden del Sah Tahmasq. Este mandatario persa encargó las dos que llegaron a Londres para que fueran colocadas en un santuario donde honraran a su antepasado Shayhk Safil al Din Ardabil, de ahí la denominación de Alfombra de Ardabil. Y en esa mezquita funeraria permanecieron durante más de tres siglos, de ahí que por su continuado uso llegaron bastante mal al V&A Museum de Londres.
Pero por fortuna, hoy en día se puede admirar por lo qué es. No solo una de las alfombras más grandes del mundo, sino también una joya del arte religioso safávida, un periodo magnífico donde surgieron obras tan maravillosas como la Mezquita del Sha en la ciudad persa de Isfahan. Y también hay que considerar de un valor incalculable esta alfombra de ricos e intensos colores. Está el azul turquesa, pero también el azul oscuro, otro más intenso, varios tonos de verde, así como color crema, amarillo, color ciruela, el salmón y desde luego el negro.
Todo un repertorio de lana y seda para crear un estampado tan sutil como complejo, sobre todo por el mar de arabescos y motivos floreales que componen gran parte de la superficie de este textil. En el centro está el shamesh, un medallón central rodeado por cartuchos ovalados. Luego en los laterales o arriba y abajo, según se mire la alfombra, hay dos lámparas colgantes. Las cuales, en un conjunto dominado por la simetría, en realidad son de tamaños diferentes, lo cual tiene sentido por el conocimiento de la perspectiva y de la visión que tenían los fieles de la mezquita tal y como estaba colocada allí.