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Pintura costumbrista (II)

Publicado por Laura Prieto Fernández

Durante el siglo XVIII se continuó con la tradición de la pintura costumbrista, en Francia artistas como Fragonard dotaron de cierto idealismo las escenas de la vida cotidiana y parecieron también en esta época escenas costumbristas en torno a la alta nobleza.

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En la época del romanticismo los artistas plasman de nuevo con sus pinceles las escenas de género tanto de su misma época como de épocas anteriores, se ensalza también las costumbres populares y la patria propia o soñada de los viajantes. En España aparece en esta época dos escuelas bien diferenciadas que marcarán cada una de estas dos tendencias: en Madrid los artistas optan por escenas descarnadas de los arrabales mientras que en Sevilla la escuela andaluza ensalza la tradición de su pueblo con escenas amables.

La estela de la escuela sevillana se perpetúa a lo largo del siguiente siglo con artistas como José Domínguez Bécquer o Cabral Bejarano quien opta por continuar la estela comenzada por Murillo en el siglo XVII. De un modo especial también se debe hacer referencia a la pintura de Mariano Fortuny quien estableció un costumbrismo exótico inspirado en escenas cotidianas del Norte de África.

Con todo, la puesta en escena entre los siglos XVII y XVIII de uno de los genios de la pintura española eclipsará el panorama artístico español; desde sus primeras obras realizadas como cartones de tapices la obras de Francisco de Goya son sin ningún género de dudas el mejor exponente de la tendencia costumbrista. Son comunes en sus primeros años la representación de las fiestas y costumbres madrileñas como ocurre en sus obras de El parasol o La gallinita ciega.

Fuera de España se siguió cosechando con éxito este gran género, de hecho la pintura costumbrista dejó de tener el calificativo de género menor y los autores se volcaron plenamente en ella dejando al margen escenas de tipo histórico. Artistas como Courbet sorprendieron al público con escenas costumbristas realizadas en gran formato.

Por otro lado y siguiendo la alejada estela que ya había comenzado Caravaggio en el Renacimientos los artistas neoclasicistas representaron y reunificaron géneros pictóricos, así la pintura religiosa se representaba con un realismo tan descarnado y natural, que se adaptaba perfectamente a los parámetros de la pintura de género; por su parte la pintura de historia comenzó a representar escenas intimistas de los grandes personajes históricos.

Durante el siglo XX algunos artista impresionistas seguirán cosechando el citado género, muy especialmente cabe destacar la figura de Renoir que se dedicará a perpetuar las escenas de la sociedad parisina en fiestas u óperas como representa en El palco, El almuerzo de los remeros o El Moulin de la Galette. Ya más cercano a los artistas postimpresionistas la figura de Toulouse Lautrec será el mejor representante de las escenas nocturnas de los cabarets de Paris. En América la figura de Edward Hopper continúa con la tradición con amables escenas llenas de realismo.

Con la llegada de las vanguardias se abandonan en general los géneros figurativos y los principales artistas optan por los movimientos de modernidad dejando al margen los tradicionales géneros pictóricos.