El arte de Mesopotamia (V)
En el paso del III al II milenio los semitas occidentales (amorritas, cananeos) desestabilizaron la región y se produjo una nueva fragmentación territorial en ciudades independientes gobernadas por reyes semitas, hasta que en torno al siglo XVIII a. C. se produce una nueva unificación territorial con Hammurabi de Babilonia (1728-1686 a. C) que extendió sus dominios desde el Golfo Pérsico hasta toda la Mesopotamia, incluida Asiria, Elam y Siria. Hammurabi tomó como centro de su imperio las antiguas regiones de la Baja Mesopotamia (Sumer y Acad), conocidas desde entonces como Babilonia, estableciendo una verdadera centralización administrativa con instituciones permanentes y un auténtico embrión de estado. De esta etapa en el terreno histórico artístico destaca la “Estela o Piedra negra de Hammurabi” realizada en basalto (mide 2,25 metros de alto), en la que el rey babilonio hizo grabar el código legal, una especie de eje recopilatorio para ordenar a la humanidad, con casi trescientos artículos, representándose en la parte superior de la estela el momento en que recibe el código de labios del dios Samas. En ese bajorrelieve, no demasiado detallista (hay que tener en cuenta la dureza del basalto), el dios se representa con cetro y círculo como atributos de poder y llamas de fuego sobre sus hombros y Hammurabi de pie se recoge la túnica con la mano izquierda mientras levanta su mano derecha como para recoger el código entregado por el dios. El dominio babilonio terminó con una campaña de los hititas y una invasión por parte de los casitas. Bajo ellos Babilonia se convirtió en el país de comerciantes que aparece reflejado en la Biblia.
Mesopotamia pasó a estar controlada a continuación por el Imperio Asirio, que volvió a dominar toda la zona desde el siglo XIII a. C. hasta el siglo VII a. C. De la historia del Imperio asirio cabe destacar los reinados de Assurnasirpal II, Semíramis (reina), Sargón II, Senaquerib (quien quiso hacer de Nínive la “capital del mundo”) y Assurbanipal (impulsor de la biblioteca de Nínive). Con los asirios, la construcción más destacada será la de los palacios. Concebidos como moradas del soberano, constituían una especie de minimundo en el que vivía la familia real y un ingente número de personas tales como criados, escribas, artesanos, comerciantes, funcionarios, etc. Al contrario que el zigurat, se extendía en sentido horizontal y su estructura reproducía la de una casa (de un ciudadano acomodado) con signos que mostraban el poder del gobernante, tales como grandes escaleras, pórticos, etc. y estancias destinadas a los asuntos públicos. Entre los grandes palacios destacan los de Assurbanipal en Nínive o el de Sargón en Jorsabad. Aparte de su grandiosa arquitectura destacaron también por su decoración y por disponer de una serie de refinamientos prácticamente impensables para la época, como salas de baño con bañeras cerámicas que tenían agua caliente, sofisticados jardines, etc. Sus paredes se decoraban con placas escultóricas en relieve que mostraban el poder de los distintos reyes que los ocuparon. En las entradas de los mismos se situaban los Toros Androcéfalos o Lamasu que protegían la ciudad .