El arte de Mesopotamia (y IX)
Pese a que la zona no cuenta con ricos yacimientos metalíferos, sí aparecen ejemplos de arte del metal. Primero trabajan el cobre, aunque pronto lo sustituyen por el bronce, debido a las ventajas que éste ofrece y, no solo van a fabricar armas sino también estatuas, recipientes y herramientas. A finales del II milenio, cuando aparece el hierro, revoluciona la fabricación de herramientas y armas, por lo que el bronce se reserva (junto al oro y la plata) para la industria suntuaria.
Las representaciones en metal se van a distanciar de los cánones escultóricos pétreos, ya que aparecen dotadas de un gran naturalismo, como puede observarse en la compleja composición del “carro de Agrab” (III milenio a. C.) que acompaña este comentario, en el que vemos a cuatro asnos (u onagros) que tiran un carro conducido por un hombre. Se trata de una pequeña obra de unos siete centímetros realizada en cobre que presenta una gran originalidad y habría sido impensable en piedra.
En el período predinástico la orfebrería se desarrolló enormemente, usando técnicas como la fundición, el repujado, la filigrana, el bruñido, etc. Quedan abundantes ejemplos de este tipo de trabajos en oro y plata, como por ejemplo en el “Carnero apoyado en el árbol de la vida” realizado en oro sobre madera (actualmente en el Museo Británico) que tiene la cabeza y las patas de oro, el vellón está hecho con trozos de concha y, el cuello, los ojos, los cuernos y la barba de lapislázuli.
La mayoría de obras en bronce de Mesopotamia son de pequeño tamaño, excepción hecha de la estatua de tamaño casi natural que representa a la reina elamita “Napir-Asu” (S. XIII a. C., en el Museo del Louvre) que se encuentra actualmente decapitada. La representa orante, con las manos cruzadas sobre su regazo, cubierta con un vestido que la envuelve y semeja una campana.
En época asiria el bronce se usó para ennoblecer aún más si cabe el carácter de las epopeyas reales, con placas de bronce en las que se narran también escenas de caza o de historia.
Los mesopotámicos nos dejaron también ejemplos de trabajos en concha y marfil. Las conchas se laminaban en finas placas que luego eran grabadas con un cincel, cuyas ranuras se llenaban con arcilla negra o roja para resaltar el perfil de las figuras. También el contraste podía obtenerse vaciando el fondo en el que se colocaba una pasta de color negro (o de lapislázuli), que hacía resaltar las figuras en color de la concha. Estas plaquitas se usaban luego para decorar distintos tipos de objetos tales como yelmos, cajas de resonancia de arpas, tableros de juegos, etc. De todos los ejemplos conservados destaca el llamado “Estandarte de Ur”, pequeño cofre de madera que tiene en sus caras laterales un mosaico de lapislázuli en el que se incrustaron figuras de concha de nácar. Se muestran dos facetas distintas de la vida del pueblo sumerio, la de la guerra y la de la paz, apareciendo ambas divididas en registros superpuestos pero que tienen continuidad iconográfica. En la cara de la guerra vemos como los carros de combate avanzan aplastando a los enemigos con las patas de los asnos, como soldados de a pie con sus lanzas y hachas hacen prisioneros que, luego son presentados ante el rey. En la cara de la paz, el rey sentado bebe junto a una serie de autoridades acompañados por un músico y un cantante. Todos visten la falda sumeria, llevan el torso desnudo, pelo y barba totalmente afeitada, al igual que los veíamos en las esculturas.
Esta técnica parece caer en desuso en etapas posteriores, hasta que aparece como trabajo en marfil en época asiria que, dejaran en sus palacios ejemplos de ella. Tanto en Assur, como en Jorsabad se han encontrado placas de marfil grabadas de forma exquisita que decoraban tronos, bancos, mesas, peines, etc. De todas formas los artistas que trabajaron estos marfiles no eran asirios sino fenicios o hititas. En ocasiones las placas adquirieron un gran relieve, como puede verse en la cabeza de mujer encontrada en Nimrud, conocida como “Mona Lisa” de Nimrud o “Dama del pozo”.