Funciones de los museos: la exhibición (II)
Una vez cumplidos los diversos pasos hasta llegar al discurso expositivo (investigación, clasificación, etc), la atención en este proceso de generación de una exhibición satisfactoria para un público generalista recaerá en los recursos «intermediarios».
Lo primero a tener en cuenta siempre es el espacio disponible, no sólo por las necesidades prácticas que éste impondrá sino porque la distinta percepción que las personas poseen del espacio conlleva una serie de connotaciones diferentes. Así, los grandes espacios habrá que compartimentarlos, dado que transmiten una sensación de desorientación y no aprehensión, y se preferirá, en caso de poder elegir, el círculo o el cuadrado frente al rectángulo (percibir de un golpe de vista la sala tranquiliza). También suelen tenerse en cuenta los pequeños obstáculos apenas perceptibles pero que incomodan la circulación, o las costumbres inconscientes de la mayoría (los diestros tienden a iniciar el recorrido expositivo por la derecha).
Se sabe cómo reacciona la generalidad de los individuos ante distintos estímulos, siendo muy parecida esta reacción en casi todas las personas. De modo, que lo que se trata en realidad es de «traducir» ese discurso a un espacio expositivo, para lo que hay que tener en cuenta la reacción del público ante el espacio, algo que es muy codificado.
Además de la disposición espacial, es crucial considerar la interacción del público con la exposición. Los museos modernos están cada vez más centrados en el visitante, buscando formas de involucrar activamente a las personas en la experiencia del museo. Esto puede implicar la incorporación de tecnología interactiva, como pantallas táctiles y realidad virtual, o la creación de espacios donde los visitantes pueden manipular objetos físicos. Estas experiencias interactivas pueden ayudar a los visitantes a conectarse con el material de la exposición de una manera más profunda y personal.
Otro aspecto a tener en cuenta, muy relacionado con el anterior (aunque todos los están) es la circulación, el recorrido propuesto, el cual será deseable anime a la continuación del visionado de la exposición. Aunque no existen normas fijas, sí hay establecidas unas constantes que ayudan a que la circulación sea óptima: los objetos deben estar a una distancia conveniente los unos de los otros, los espacios deben ser acotados, como ya se ha señalado, se debe establecer un máximo de visitantes y habrá que tener en cuenta que los retrocesos son incómodos en el recorrido. Junto con esto, habrá que tener en cuenta las diversas tipologías de circulación (Lehmbruck, 1974) con las que se podrá contar, eligiendo la más adecuada en cada situación: arterial, en peine, en cadena, en bloque, lineal, libre, etc.
Además, el recorrido deberá responder a un ritmo propuesto, es decir, la forma en que estará colocada la exposición, existiendo también diversas maneras de articular el espacio (un único espacio, monótono, aburre muy pronto) por medio de la colocación de luces, obras, muebles…
Junto con esto, la luz y el color, como vehículos de comunicación, jugarán un papel fundamental a la hora de crear la atmósfera de la estancia donde se coloquen las obras, siempre sin olvidar que el elemento protagonista deberá ser el objeto. La iluminación puede ser utilizada para destacar ciertos objetos o áreas de la exposición, y el color puede ser utilizado para crear un estado de ánimo o para unificar la exposición.
Finalmente, es importante tener en cuenta la accesibilidad de la exposición. Esto incluye la accesibilidad física, como la disponibilidad de rampas y ascensores para personas con movilidad reducida, así como la accesibilidad cognitiva, como la claridad de los textos explicativos y la disponibilidad de información en varios idiomas o en formatos accesibles para personas con discapacidades visuales o auditivas.