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Museos temáticos: la gastronomía

Publicado por Virginia

Museo de la Cultura del vino Vivanco, Briones, La RiojaMuseos del vino, del aceite, del queso… cada localidad, en función del producto estrella de la misma, ha llegado a la conclusión de que un museo o centro de interpretación acerca de dicho alimento es la mejor solución a la hora de A) Promocionar la región y su oferta culinaria por medio del turismo gastronómico, y B) Apuntarse a la moda de los museos.

Sin embargo, es difícil crear un centro de estas características sin justificación, de modo que la mayoría cae en el adjetivo de «etnológico» de manera rápida y fácil, sin que los responsables de la ejecución de estos espacios inscritos en planes de desarrollo tengan en cuenta que, en muchas ocasiones, la relevancia de los mismos raya lo anecdótico. Además, existe un problema añadido y es el exceso; este tipo de lugares están proliferando de tal manera que, una vez que pase el ardor del público por el turismo de corte pseudocultural (para el aumento del cual han sido creados), la mayoría de ellos se verán en serios apuros para mantenerse.

De todos modos, en ocasiones, es posible encontrarse entre estos museos/centros de interpretación con diseños museográficos del que hacer gala, algo comprensible si la intención es atraer público (aunque la mayor parte de las veces adolecerán de una pobreza de recursos expositivos). Un purista diría que esto mismo es lo que convierte a estos espacios en parques de atracciones, alejados de cualquier rigurosidad. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el espacio en el que se insertan contenidos y obras, su imagen, forma parte también del proceso comunicativo que se establece con el visitante. Además, pueden llegar a ser excelentes laboratorios de pruebas a la hora de ensayar recursos museográficos y/o didácticos. Ahora bien, quizá el queso como materia a comunicar no merezca de una inversión tan desproporcionada como un museo; aunque la cultura o sociedad que lo produce puede que sí, base suficiente en muchas ocasiones para justificar su creación.

Existen de todas las maneras ejemplos de buenos museos de esta clase; algunos cuentan con una sólida colección que los respalda y una estupenda museografía, caso del Museo del vino Dinastía Vivanco (La Rioja); otros han contribuido a la recuperación de un patrimonio histórico de importancia, tal y como sucede con el castillo de Peñafiel, en el que se ubica el Museo Provincial de Valladolid, o con la bodega más que centenaria del Museo del vino de Bullas, Murcia); en ocasiones destacan por ubicarse en entornos privilegiados (el museo del vino El Misterio de Jerez o el Centro Temático del vino Villa Lucía en La Guardia son buenos ejemplos). Existen algunos combinados como el Museo del vino y del queso de Trujillo, el cual pone el acento en el carácter etnográfico, al igual que el Museo del queso cántabro, que celebra poseer «una de las colecciones relativas a la fabricación del queso más importantes de Europa».

Lo cierto es que los ejemplos, y las posibilidades, son numerosos (museos del aceite, del jamón, del chocolate…), debiéndose destacar, por encima de cualquier prejuicio con respecto a dichos centros, la esforzada y sincera labor de recopilación e investigación de quienes en muchas ocasiones se han convertido en piedras angulares de su creación, sin mencionar el hecho de que, cada vez más, los esfuerzos que dedican a la didáctica van en aumento y que, en última instancia, pueden considerarse refugios agradables para el turista gastronómico, variedad que parece ir en aumento en la actualidad.