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Jonás y la ballena de Albert Herbert

Publicado por A. Cerra

Jonás y la ballena de Albert Herbert

Si echamos la vista atrás queda bastante claro que durante muchos siglos el arte religioso fue la principal referencia para casi todos los pintores, escultores y creadores de multitud de disciplinas. Eso alcanzaría su cenit en los tiempos del Renacimiento y también durante el primer Barroco. Sin embargo, poco a poco nuevos temas y también nuevos mecenas ampliaron las posibilidades creativas. Al igual que los pintores comenzaban obras a su antojo, sin que mediaran encargos para luego venderlas a su clientela.

Es decir, el arte religioso no solo perdió su protagonismo total, sino que incluso se convirtió en algo casi marginal, y casi siempre con formas un poco alejadas de las modas más pujantes de cada época. Pero eso no significa que no haya habido ejemplos destacados que llegan prácticamente hasta nuestros días.

Una buena muestra es el británico Albert Herbert (1925 – 2008), autor de numerosas escenas religiosas. Un personaje de innegable cultura y que aborda cada uno de esos cuadros desde su experiencia interior, sus creencias y sus necesidades. Para finalmente representar acontecimientos como este de Jonás y la ballena de una forma moderna pero al mismo tiempo con un convencimiento total.

En este cuadro que realizó hacia el año 1998 vemos a Jonás subido a la boca del gran cetáceo, navegando con ella y haciéndolo de una forma totalmente segura. Por el contrario sobre tierra firme aparece en la esquina inferior derecha una muchacha con un ganso. Y si Jonás en el mar representa la seguridad, de una forma paradójica la niña en tierra nos transmite una alarmante sensación de amenaza.

Lo curioso de este artista que realizó tanto cuadros como grabados o esculturas de temática religiosa, es que él inicialmente no parecía predestinado para ello. De hecho, no empezó a pintar hasta después de servir como soldado durante la Segunda Guerra Mundial, suceso en el que participó por ejemplo en el desembarco de Normandía.

Fue tras la guerra cuando comenzó a trabajar como escenógrafo y eso le llevó a la pintura, para la cual tenía unas buenas cualidades, tanto que le sirvieron para recibir una beca y viajar a Roma. Fue allí donde abrazó el catolicismo, religión a la que finalmente se unió. Si bien nunca dejó de sentir fascinación por otras creencias, como por ejemplo el budismo.

Tal vez por eso, aunque su arte se inspira en muchos episodios de los Testamentos siempre le da un cariz más humano y espiritual que la mera narración de un creyente. Fruto de ello es este cuadro y otros muchos de temática similar que realizó durante los años en los que compartió estos trabajos creativos con su labor como docente.