Autorretrato de Francis Bacon
El mismo carácter perturbador y desgarrador que ofrecen todas las obras del irlandés Francis Bacon (1909 – 1992) también se descubre en sus autorretratos, como este que hizo en 1972, un año en el que se convirtió en su propio modelo en infinidad de ocasiones.
Cuando el pintor se pintaba a sí mismo también lo hace tratando de revelarse contra todos los cánones del arte anterior, y por supuesto no dejando resquicio a las formas abstractas que tanto detestaba. Lo suyo es un arte figurativo, eso sí con cualquier forma deformada a base de trazos brutales que de alguna forma plasman el pensamiento del artista, que en más de una ocasión dijo: “…el hombre comprende hoy que es un accidente, que es un ser absolutamente fútil, que tiene que jugar hasta el final sin motivo”.
A lo largo de toda su producción, Bacon se interesó por mostrar lo más complejo de la vida, en especial las luchas entre el ser humano y todo lo que le rodea. Nos habla de las profundidades de la existencia, y por eso no duda en mostrarse a veces misterioso, otras inquietante y la gran mayoría de ocasiones sus imágenes son realmente perturbadoras.
Para lograrlo contaba con una técnica exquisita, una maestría con los pinceles que le permitían pintar con absoluta veracidad cualquier cosa. En gran parte por su devoción hacia grandes maestros del pasado como Velázquez, Rembrandt o Goya. Que a su vez le inspiraron sus propias obras en muchas ocasiones. Lo que pasa que esa técnica tan depurada y su admiración hacia el arte de otros tiempos, él lo utilizaba en otra dirección y también le permitía combinar el orden y el azar a la hora de recrear esas reflexiones sobre los lienzos.
En este caso, se autorretrata desde una óptica alterada, y aquí también homenajea a uno de sus referentes: Picasso. De hecho, de alguna forma decidió ser pintor mientras veía de joven una exposición del artista español en París.
Al autorretratarse de semejante forma, nos está invitando a revelarnos dentro de nuestra corporalidad, aunque eso nos pueda suponer sensaciones muy dolorosas y convulsas, incluso estremecedoras. Ese proceso lo vivió él mismo. De hecho, Bacon fue una persona tremendamente traumatizada desde su juventud, debido a la intolerancia y malos tratos de su padre respecto a la condición de homosexual del joven pintor.
Aquello marcó su carácter, su vida y toda su obra. Siempre pintó de un modo introspectivo y coherente con sus principios estéticos personales. En ellos hay ideas como violencia, movimiento y conceptos patológicos. Todo eso inspira una forma de pintar única y destacada dentro de la llamada Escuela de Londres, en la cual el otro gran representante es otro pintor de imágenes amargas: Lucien Freud.