Pintor trabajando, reflejo de Lucien Freud
El médico austriaco Sigmund Freud, famoso por sus teorías sobre el psicoanálisis, falleció en Londres donde se estableció al final de su vida, ya que era judío y tuvo que huir de los nazis. Y de una y otra forma, también se estableció su descendencia directa entre las que se cuentan relevantes personajes de la sociedad y cultura británica de las últimas décadas. Y entre todos ellos, el que se puede decir que ha alcanzado el status de genio es su nieto Lucien Freud, uno de los artistas más reputados y cotizados de la actualidad, y también uno de lo más peculiares e inclasificables de su época.
Aquí podemos ver uno de los muchos autorretratos que se realizó a lo largo de su larga vida (1922 – 2011). Se nos muestra desnudo, tan solo calzado con unas botas sin atar los cordones, y en sus manos sus dos armas para trabajar: un pincel y la paleta de colores. Este cuadro que realizó a lo largo de la década de los setenta del pasado siglo XX reúne las características formales que aplicó a los muchos retratos que creó, entre los que figuran como modelos los más variados personajes, desde protagonistas anónimos hasta celebridades del mundo del espectáculo y la moda como Kate Moss o Jerry Hall, e incluso la propia reina Isabel II de Inglaterra.
En todos los casos, incluyendo sus autorretratos, siempre los personajes pueden aparecer en posturas un tanto grotescas, y plasma con sus pinceladas cada arruga o cada pliegue de grasa, sin misericordia hacia el retratado. En definitiva, son retratos de un tono despiadado del que no se libra ni los miembros de su familia ni él mismo, como se puede ver en la imagen.
Dejó escrito que para pintarse a sí mismo tenía que intentar pintarse como si fuera otra persona. Al igual que también expresó en más de una ocasión que ser indulgente con sus retratados era la mejor forma para convertirse en un artista mediocre. Y es que a él le gustaba contar la verdad y que lo recordasen por ello, y como su oficio era el de pintor, pues contaba verdades con sus imágenes.
Y para contar esa verdad recurrió en innumerables ocasiones al desnudo, de hecho se le ha clasificado como un personaje exhibicionista hasta los últimos años de su vida. Pero él lo razonaba diciendo que le gustaban las personas como si fueran animales y por eso desnudos podía ver más en ellos.
A partir de esa prolongada observación comienza su modo de pintar, un método muy lento y minucioso, que puede obligarle a invertir casi un año de trabajo en un retrato de grandes dimensiones. Y además las personas que le sirvieron de modelo siempre comentaban que era muy severo y exigente con ellos, pero al mismo tiempo se preocupaba mucho por conocerlos personalmente, y poder traspasar algo de esa verdad a sus obras.