Falsa figura dentro del espejo de Bacon
El pintor irlandés Francis Bacon nació en Dublín en 1909 y falleció a los 82 años de edad en Madrid. Su importancia en el arte contemporáneo es muy importante y está considerado como uno de los pintores más decisivos y originales de las últimas décadas del siglo XX.
Sus creaciones tienen algo de surrealistas, pero también del cubismo y del expresionismo. Pero además amaba la pintura histórica más clásica y reverenciaba a genios como Tiziano y sobre todo a Velázquez, cuya obra contemplaba una y otra vez en el museo del Prado. Sin embargo, una de los cuadros que más le interesaban del pintor sevillano Diego de Velázquez se conserva en la galería romana Doria Pamphili, donde se halla el retrato al Papa Inocencio X, del cual Francis Bacon hizo decenas de reinterpretaciones.
No todas estas obras nos han llegado, porque Bacon era sumamente meticuloso en su trabajo y muy severo a la hora de valorarlo, y no dudó en destruir muchos de sus cuadros que no le satisfacían plenamente. Aún así las obras que se han conservado de él, aunque no excesivas, son vitales para comprender la trayectoria del arte en las últimas décadas.
Uno de esos ejemplos es este lienzo pintado al óleo en 1971 y que se titula Falsa figura dentro del espejo, que en la actualidad se conserva en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
En él vemos una habitación con las cortinas de las ventanas bajadas, dando la sensación de un espacio indefinido y completamente cerrado. El tono negro de las cortinas transmite claustrofobia, más aún en contraste con la calidez del color del suelo y las paredes.
Dentro de esa estancia el protagonista es un espejo en el que se ve una figura contorsionada, donde se identifican unas nalgas, una pierna y un pezón. Podría ser una persona, pero también un animal o una bestia. Plantea una reflexión sobre el hombre, como si antes de pintarlo, Bacon lo hubiera destruido para luego recomponerlo y exponerlo en su mínima expresión.
Además, la figura en el espejo parece estar en un estado de angustia y tormento, lo que refleja la visión de Bacon sobre la condición humana. La figura parece estar atrapada dentro del espejo, lo que puede interpretarse como una metáfora de la forma en que los seres humanos a menudo se sienten atrapados dentro de sus propios cuerpos y mentes.
Y con esos rasgos lo que nos presenta Bacon es la violencia, la soledad y la desesperación del hombre de nuestros días. Pretende con esas figuras amorfas ir más allá de la lógica y de los sentidos, para atacar directamente al interior de quién ve la obra.
Y el espectador lo contempla a través de ese espejo, ve sólo su reflejo no la representación real, lo que provoca ambigüedad. Y además con ese espejo, y sobre todo con su marco esbozado con unas líneas, el artista crea el espacio completamente.
La obra de Bacon es un reflejo de su visión del mundo y de la humanidad. A través de sus pinturas, nos presenta una visión desgarradora y a veces perturbadora de la realidad. Su arte es una exploración de la psique humana, de nuestras luchas internas y de la forma en que nos percibimos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea.
En definitiva, Francis Bacon se calificó a sí mismo como un pintor realista, pese a sus deformaciones. Él, en compañía de otros integrantes de la denominada Escuela pictórica de Londres, donde también se incluye Lucien Freud, defendía que la pintura era un medio de expresión en la que la figura humana era el tema principal, y con ella se buscaba representar los sentimientos más profundos del hombre. Su trabajo sigue siendo una fuente de inspiración para muchos artistas contemporáneos y su influencia se puede ver en una amplia gama de disciplinas artísticas.