El falso espejo de Magritte
Estamos ante un lienzo (54 x 81 cm) pintado al óleo en el año 1929 por el artista belga René Magritte, uno de los artistas más reconocibles dentro de movimiento surrealista que se dio en la primera mitad del pasado siglo XX y generó obras tan valoradas como Esto no es un pipa, o tan emblemáticas como todos sus lienzos protagonizados por siluetas y bombines.
Y dentro de toda la producción pictórica de Magritte, posiblemente otra de sus obras más famosas, sea esta que mostramos aquí de El falso espejo. No solo por el valor artístico del lienzo sino que además hay que sumar que en la actualidad es una de las joyas del arte contemporáneo que se exponen el Museum of Modern Art, el MoMA de Nueva York. Y lo cierto es que la fama y el valor de las obras de arte puede incrementarse enormemente dependiendo del museo que es propietario de ellas.
Bien, volviendo al cuadro. Vemos un enorme ojo (recordar las dimensiones), completamente aislado. Un ojo que contempla al espectador.
En la zona izquierda de la tela, vemos la parte interior del ojo con unas cualidades muy físicas y anatómicas, fijaros en la acuosidad del lagrimal. Y sin embargo, esa parte del lienzo contrasta de manera brutal con el otro extremo, totalmente perfilado, sin detalle alguno. Y entre ambos laterales, tan distintos entre sí aparece como colgando una pupila mate y negra, que como si se tratara de un sueño está flotando sobre un cielo con nubes. Todo el iris es ese cielo, pero al mismo tiempo nos recuerda la forma tridimensional y convexa, mientras que la imagen del cielo es totalmente plana. O sea todo son reflejos muy contradictorios.
Pero no acaban aquí las paradojas. No es un cielo real. Las nubes están muy bien trabajadas, con sus moldeados, sus volúmenes, su textura y sus degradados de color, pero el cielo azul es liso absolutamente, sin matices. Es un cielo que no vemos a través de una ventana perfectamente circular, pero que no produce ningún reflejo sobre la superficie, presumiblemente líquida de un iris.
La verdad es que el ojo, los ojos, fueron unos elementos que fascinaron a los artistas del Surrealismo, fueran de la disciplina que fueran, tanto literatos, cineastas o de las artes plásticos. El caso es que les gustaba mucho elucubrar con ese elemento que es la frontera entre el mundo interior y el exterior, que en cada individuo es completamente distinto, o cualquier otro planteamiento que uno quiera proponerse sobre los ojos y el sentido de la vista.
Precisamente el fotógrafo surrealista Man Ray, también pintor y autor de obras tan valoradas como La Pera de Satie, tuvo durante un tiempo este cuadro en su poder, y fue él quien lo describió de la forma más certera y poética posible: “ve tanto como es visto”.