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En el umbral de la libertad de Magritte

Publicado por A. Cerra

En el umbral de la libertad de Magritte

René Magritte es obviamente un pintor surrealista, pero es distinto al resto de pintores de esta corriente de vanguardia. Las escenas que aparecen en muchos de los cuadros de este artista belga no son fruto de sueños o de estados mentales autoinducidos. Él llegaba a este tipo de imágenes a través de la contemplación de la vida cotidiana.

Según sus principios creativos sostenía que el pensamiento consciente conducía a la idea y las ideas eran lo auténticamente importantes en la pintura. Cuando la idea es buena, la imagen puede funcionar, sea cual sea, se vincule con lo que se vincule. Un ejemplo fabuloso es este enorme cuadro (239 x 164 cm) que se guarda en el Museo Boljomans Van Beuningen de Rotterdam, en los Países Bajos.

Se trata de un cuadro del que hizo dos versiones. Una primera y más pequeña en 1929, y una posterior de 1937, que hizo ampliada y a medida para que fuera colocada en las escaleras de la mansión en Londres de Edward James, verdadero mecenas de Magritte y de otros muchos pintores del Surrealismo.

El cuadro es como un compendio de algunos elementos que se van reiterando en la producción del pintor belga. Por ejemplo, los espacios vacíos y la sensación de silencio que suele inundar sus obras. Por no hablar de los objetos fuera de contexto, con el evidente cañón como paradigma de ello.

En realidad, todo lo que aparece está tomado de otras obras anteriores, bien sea ese bosque o el cielo azul con nubes blancas que parecen de algodón. Curiosamente, se trata de un cielo que no está en la parte alta, ni sobre el horizonte. Al contrario, está en la parte de debajo de los 8 paneles que conforman geométricamente el espacio. Por cierto, este tipo de cielo veraniego, le encantaba pintarlo a Magritte y lo podemos ver en otras obras suyas como El falso espejo. Y es que, tal y como él dijo, pintar cuando pintaba cielos así era la ocasión perfecta para usar dos de sus tonos favoritos de azul y de gris.

Del mismo modo, en esta época era habitual que incluyera ese peculiar veteado de la madera que ocupa uno de los paneles superiores del fondo de la estancia. Y también pintó en diversas ocasiones ese tipo de torsos femeninos que evocan el arte del Renacimiento y presentan a la mujer como objeto sexual, ya que aparece sin cabeza, solo mostrando sus partes más sensuales y sexuales. Algo que se ve reforzado por el único elemento que hay dentro de la estancia, es decir, el cañón de artillera, de evidentes connotaciones fálicas y que está precisamente apuntando al panel del torso de mujer.