Autorretrato de Rubens
En este lienzo se representó a sí mismo el pintor belga Peter Paulus Rubens en el año 1639. Y en la actualidad es una obra que está en posesión del Museo de Historia del Arte en Viena, la capital austriaca.
Cuando Rubens se hizo este autorretrato superaba la edad de los 60 años. De hecho, fallecería al año siguiente, en 1640. Para entonces, los cierto es que Rubens era más que un artista, y no solo en su país sino que en toda la Europa católica. Había ido de corte en corte y siempre había pintado para los personajes más relevantes de su tiempo, desde los poderosos jesuitas de su querida Amberes y los virreyes católicos de Flandes hasta el rey Felipe III de España, pasando por Carlos I de Inglaterra o Luis XIII de Francia, para cuya madre María de Medicis pintó una serie de cuadros que hoy se cuenta entre los más valiosos del Museo del Louvre.
Y decimos que era más que un pintor de reputado talento, ya que a menudo esos viajes y estancias que hacia las cortes de los países más poderosos, donde conocía a los personajes más influyentes, eran aprovechadas por sus clientes para que estableciera contactos y conversaciones de carácter diplomático y político. Por ejemplo, en su momento se le encomendó la tarea de mediar entre los reyes de Inglaterra y España para que se reconciliaran ambos países tras años de enfrentamiento, incluso en el campo de batalla, como en la célebre derrota de la Armada Invencible.
Al mismo tiempo, Rubens supo mantenerse en contacto con los eruditos y sabios de su época y en diferentes lugares. Ya que entre la documentación que nos ha llegado, ha aparecido su correspondencia con celebridades de la cultura con los que se mantenía informado de cuestiones artísticas o arqueológicas.
Todo eso hace que Rubens fuera un personaje importante, con abundantes recursos económicos y con cierta capacidad de poder. De esta forma se vería a sí mismo y así se nos presenta en este autorretrato.
Su figura llena por completo toda la tela, y en vez de aparecer con algún atributo de su profesión de pintor, el elemento que más llama la atención es su espada. Es decir, se muestra como una persona situada en una posición excepcional. Y sin embargo, su rostro, su expresión y su mirada no es la de un vanidoso repleto de orgullo. Es un personaje que sabe quién es, que no duda en pintarse con sus defectos físicos y que ante todo es consciente de que es un artista que hacía obras maestras.