Pedro Pablo Rubens (1577-1640)
A finales del siglo XVI, Flandes y Holanda tuvieron una cultura única, pero a partir de la Reforma Protestante y las llamadas Guerras de religión, este territorio conocido como los Países Bajos bajo el dominio del Imperio Español, quedó escindido en dos: Flandes al sur (Bélgica y Luxemburgo), católico y fiel a los Austrias de Madrid, y Holanda al Norte, protestante donde predominaba una rica burguesía que se independizará de España. Estas circunstancias harán que su evolución artística sea diferente, sobre todo en pintura, tanto en los temas elegidos como en la forma de tratarlos.
La escuela flamenca, caracterizada por su distinción aristocrática y elegante, multiplica los temas religiosos para los cuadros de altar, insistiendo en los aspectos que el protestantismo rechaza (vidas de santos, sacramentos); los temas mitológicos para decorar palacios nobiliarios, que presenta con gran sensibilidad; así como los retratos, aparatosos y glorificantes con la finalidad de reflejar la categoría social del personaje retratado.
Rubens será el máximo representante de esta escuela. Se educó en Amberes. Hábil como hombre de mundo, alternó la pintura con misiones diplomáticas en toda Europa ya que ostentaba un importante cargo político, lo cual explica, en parte, la difusión de su pintura y su fama en medios aristocráticos. Visitó muchos países y contactó con pintores y artistas.
En sus años de estancia en Roma, quedó influido por Miguel Ángel de quien adquirió la ampulosidad de sus cuerpos y la composición dramática; de Venecia y Tiziano, el color, la pincelada amplia y sintética, el gusto por la mitología y los desnudos; y de los decoradores de cúpulas, los Carracci, la grandilocuencia y la teatralidad.
Con gran capacidad de trabajo y organización, su taller de Amberes ocupó a 200 ayudantes; él hacía la composición y retocaba mientras que sus colaboradores se especializaban en temas de paisajes, animales o arquitecturas. Su obra es muy extensa. Sus modelos femeninos preferidos fueron sus dos esposas: Isabel Brandt y Elena Fourment.
Como características de su obra destacan:
– Dinamismo y movimiento de las figuras y la composición, con esquemas diagonales.
– Colorido intenso y cálido, inspirado en la pintura veneciana.
– Exuberancia de las figuras: hombres musculosos, mujeres carnosas y sensuales que se agrupan en composiciones de ritmo turbulento en formas enroscadas.
– Cultivó todos los géneros y su influencia fue enorme.
Como pintor religioso: crea composiciones grandiosas y teatrales, con aspecto a veces de escenas cortesanas, como La Adoración de los Magos, que conectan con el sentido triunfal y el deseo de magnificencia de la iglesia católica. La Caída de los Condenados, es una reinterpretación de la Capilla Sixtina, pero con sensualismo de formas y un colorido rojizo que tiene el simbolismo de pasión-pecado. El Descendimiento es una gran composición con numerosos personajes, grandilocuente y espectacular, crea un espacio dinámico, abierto, que desborda los límites del cuadro. El eje compositivo parte de la línea vertical de la cruz, tallada por dos diagonales en aspa, líneas que se cruzan en el cuerpo de Cristo alrededor del cual se organizan los personajes. Hay además un predominio de las líneas curvas y los escorzos, lo cual acentúa el movimiento y la profundidad en el cuadro. La luz y el color refuerzan la composición: la luz sigue el brazo de Cristo, la sábana y el cuerpo de la Magdalena, afianzando la diagonal; el color, intensifica el movimiento: una amplia zona al fondo oscura de colores fríos sólo parcialmente iluminados por la luz, y otra zona iluminada con contrastes cromáticos de colores cálidos. El movimiento de los vestidos y las posturas rebuscadas, contribuyen a la teatralidad.
Los temas mitológicos son un pretexto para introducir desnudos dinámicos y actitudes teatrales movidas; son composiciones de tipo histórico-alegórico en las que junto a los personajes de la historia aparecen las divinidades del Olimpo: los desnudos de carnes abundantes, blandas y nacaradas, para los que utilizó a veces como modelos a sus esposas. Destacan entre ellos: El Rapto de las hijas de Leucipo y El rapto de las Sabinas, El juicio de Paris y Las tres Gracias.
Como retratista, crea un tipo de retrato cortesano, en el que más que la psicología del personaje, cuida el vestido y el escenario como símbolo de su categoría social. Destacan Retrato de Elena con sus hijos, La mujer del sombrero de plumas, El Retrato de María de Médicis o su propio Autorretrato.
Sus paisajes de taller revalorizan la vida rural, de juegos de luces dramáticas y una naturaleza movida, basándose en nubes, caminos y troncos que se retuercen: Paisaje con Filemón y Baucis, La Vuelta del Campo…
Su pintura tuvo una gran difusión e influencia en su época y en siglos posteriores.