Pedro Pablo Rubens (1577-1640) (I)
Fue un pintor flamenco del siglo XVII que contribuyó decisivamente a revitalizar la escuela flamenca de pintura. Flandes, a diferencia de la vecina Holanda formó parte de la Corona española hasta 1714, de modo que sus artistas trabajaron asiduamente para la monarquía y nobleza hispánicas, tocando temas del gusto imperante tales como cuestiones religiosas o cuadros de batallas, aunque también abordaron otras temáticas prácticamente ausentes en los pintores españoles del siglo XVII. Su pintura tiene un marcado carácter aristocrático, de opulencia, que contrasta con la sobriedad burguesa de la vecina Holanda.
Pedro Pablo Rubens (1577-1640) nació en Siegen (Westfalia) en una familia cuyo padre fue desterrado a Colonia por motivos políticos. Cuando contaba doce años de edad se trasladaron a vivir a Amberes, donde comenzó a estudiar con una serie de artistas poco conocidos, Baltasar Moretus, Tobías Verhaecht y Adam van Noort. Tras ser admitido como maestro en la guilda de San Lucas, siguiendo las obligaciones de cualquier joven artista del momento, marchó a Italia en el año 1600, donde visitó Venecia, Mantua y Florencia, estudiando detalladamente a los grandes maestros italianos, antes de recalar en Roma. El duque de Mantua, Vincenzo Gonzaga, lo nombró su embajador extraordinario ante el rey español Felipe III. Cumpliendo una misión diplomática visitó Madrid por primera vez, lo que le permitió conocer las colecciones de pintura reales, entre cuyas obras estaban las de Tiziano, maestro que causó una honda impresión en Rubens, quien hizo varias copias de sus obras. En ese momento realizó el “Retrato del Duque de Lerma” que se encuentra en el Museo del Prado de Madrid. De regreso a Italia se va a instalar en Mantua, donde siguió estudiando a los grandes pintores italianos al tiempo que llevaba a cabo diversas labores en la iglesia de los jesuitas. En estos momentos, el artista ensaya técnicas y fórmulas pictóricas a partir de la observación y el atento estudio de los maestros anteriormente citados, trabajando incansablemente en su taller, canalizando así sus necesidades expresivas. Al tiempo satisface su curiosidad intelectual y científica, con numerosas lecturas que harán de él un auténtico humanista.
En 1608, tras permanecer ocho años en Italia regresa a Amberes, a raíz de la muerte de su madre, donde va a trabajar bajo el mecenazgo de los archiduques regentes, Alberto e Isabel de Austria. La obra “El Descendimiento de la Cruz” para la catedral de Amberes supuso un importante escalón en su popularidad y reconocimiento social. Es en ese momento cuando libre de agobios económicos, se dedica a imprimir grabados de libros junto a Moretus, famoso grabador. Esta es una etapa de plenitud artística en la que realiza obras como “Susana y los Viejos” (en el Museo de Estocolmo), “La incredulidad de Santo Tomás”, “El Juicio Final” (en la Pinacoteca de Munich) y composiciones mitológicas como “El Combate de las Amazonas” y “El rapto de las hijas de Leucipo” (Pinacoteca de Munich). Entre sus ayudantes se encuentra desde 1617, el joven pintor Van Dyck, que fue uno de sus principales ayudantes en las obras realizadas para la iglesia de los jesuitas de Amberes.