Parábola del dracma perdido de Domenico Fetti
El italiano Domenico Fetti (1589 – 1623) pintó en dos ocasiones este mismo tema. Uno de esos cuadros está en la Galería de Pintura de Dresde, en Alemania. Y la otra tabla se halla en la Galería Palatina del Palacio Pitti de Florencia. Cuadros que realizó hacia el año 1617. Entre ambos hay sutiles diferencias, pero la esencia es la misma. Se trata de una representación de la parábola narrada en el Evangelio de San Lucas.
Ahí se cuenta que una mujer había perdido un dracma, una moneda de la época. Y para buscarla en la oscuridad de una habitación enciende una luz. Gracias a eso, encuentra la moneda y por eso rebosa felicidad. Un símil o parábola que se relaciona con la felicidad que se produce en el cielo cuando el alma perdida de un pecador vuelve por el buen camino.
Este tipo de parábolas eran muy demandadas en la época de Fetti, por eso el pintor las replicaba. Y de hecho no solo lo hizo con esta escena, también hay diferentes versiones de otras imágenes distintas y repartidas por museos. Por ejemplo con representaciones de la Parábola de los ciegos o la de los trabajadores de la viña.
El caso es que Domenico Fetti tuvo una vida bastante corta, pero con tan pocos años de existencia, a este artista de origen romano se le puede considerar uno de los principales iniciadores de la pintura barroca en el norte de Italia.
Sus primeros pasos como artista durante la época de formación los dio con Ludovico Cigolis. Pero tras eso viajó a Mantua, donde se puso al servicio del duque Fernando II Gonzaga, para quien trabajó como pintor de cámara para dejar su impronta en diversos frescos en la catedral de la ciudad, así como en el Palacio Ducal, el mismo donde años antes había dejado alguna de sus obras maestras el gran Andrea Mantegna.
Tras ese periodo estuvo un tiempo en Toscana y finalmente se desplazó a Venecia, donde vivió sus últimos años. Todos esos viajes le sirvieron para conocer la obra de distintos artistas, y su estética es un compendio de muchas influencias, desde los seguidores de Caravaggio hasta Adam Eisheimer. Además de que descubrió la consistencia pictórica de Rubens y también bebió de la expresividad del color típica del arte veneciano.
Con todos esos mimbres fue creciendo su arte. Y si al principio optó por la realización de cuadros de gran formato y frescos, con el paso de los años se decantó por cuadritos más pequeños y vendibles, con escenas religiosas y las parábolas que ya hemos nombrado.