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La Cámara pintada, Andrea Mantegna

Publicado por Laura Prieto Fernández

Los frescos de la familaia Gonzaga es una de las obras más conocidas del pintor renacentista Andrea Mantegna. Se trata de un conjunto de frescos ubicados en una de las salas del Palacio Ducal de Mantua que se conoce como la Cámara pintada o Camera picta. Mantegna fue durante muchos años el pintor de la corte de Federico Gonzaga y en este contexto, el duque de Mantua le encomendó este trabajo. La decoración debía presentarse como un elogio de la noble estirpe de los Gonzaga y parece ser que las obras se llevaron a cabo entre 1465 y 1474.

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Los historiadores del arte barajan diferentes hipótesis acerca de la creación de los frescos: para algunos la decoración de la cámara debió de realizarse con motivo de una visita papal mientras que otros se declinan por pensar que la decoración debió de estar motivada por la elección de Francisco Gonzaga (hijo del duque de Mantua) como cardenal.

Sea como fuere Mantegna plasmó en estos muros una verdadera obra maestra. La familia Gonzaga aparece representada al completo y ellos son los únicos protagonistas de todo el conjunto, de manera que el artista ha realizado un verdadero trabajo de prospección en cada uno de los personajes. La técnica de Mantegna en estos frescos es un testimonio de su habilidad para capturar la esencia y la personalidad de cada miembro de la familia, desde los gestos hasta los detalles más minuciosos de su vestimenta y expresión facial.

En la pared de la derecha destaca el fresco de la familia Gonzaga al completo: el duque y su esposa aparecen sedentes y ellos son el epicentro de toda la composición. Federico está rodeado de sus consejeros y alberga una nota en su mano mientras que su esposa aparece como la matriarca de la familia, con los más jóvenes rodeándola y acudiendo hacia ella. Bajo el asiento del duque podemos observar la presencia de un perro que simboliza la fidelidad de sus cortesanos. La escena se desarrolla en una arquitectura abierta que remite a las logias de los palacios renacentistas. Este fresco no solo destaca por su composición, sino también por la riqueza de los colores y la precisión en los detalles arquitectónicos que Mantegna empleó para dar una sensación de profundidad y realismo.

En la pared de la izquierda observamos de nuevo a Federico de Mantua esta vez junto a su hijo, el cardenal Francesco. Alrededor de éstos aparece un nutrido grupo de funcionarios y sirvientes dispuestos de perfil siguiendo la tradición romana y al fondo un paisaje ruinoso que se vincula con la tradición clasicista. La inclusión de este paisaje no es fortuita, ya que Mantegna buscaba conectar el presente glorioso de los Gonzaga con la grandeza del pasado clásico, creando una narrativa visual que exaltaba la continuidad y la legitimidad de su poder.

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Pero quizás lo más llamativo de la obra de Mantegna no sea la propia cámara en sí, sino el falso óculo con el que el artista decoró la antesala de la Cámara de los Esposos. En esta ocasión Mantegna realizó una auténtica obra de arte demostrando un uso virtuoso de la perspectiva. El artista diseñó un lucernario basado en una cúpula de medio punto que se desarrolla a partir de un tambor con balconada. Por la barandilla se asoman diversos personajes como puttis o pavos reales además de una nutrida decoración vegetal; Mantegna cuidó cada uno de los detalles hasta tal punto que los elementos arquitectónicos que se encuentran en la falsa cúpula también están presentes en la logia que decora la pared derecha. Este óculo es un ejemplo perfecto del dominio de la perspectiva ilusionista por parte de Mantegna, una técnica que se convirtió en una de las características distintivas del arte renacentista.

En la actualidad los frescos del palacio ducal se encuentran en un delicado estado de conservación tras pasar numerosas vicisitudes a lo largo de su historia. Los esfuerzos de restauración han sido continuos, pero la fragilidad de los materiales y las condiciones ambientales han planteado desafíos significativos. A pesar de estos problemas, la Cámara pintada sigue siendo una de las joyas más preciadas del arte renacentista, atrayendo a estudiosos y turistas de todo el mundo que desean admirar de cerca la maestría de Andrea Mantegna.