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Lamentación sobre Cristo muerto, Mantegna

Publicado por Laura Prieto Fernández

La lamentación sobre Cristo muerto es una de las obras de arte más conocidas realizada por el pintor italiano Andrea Mantegna en torno a 1480. En ella el artista ha demostrado como nunca antes se hizo en la historia del arte un impresionante alarde de la perspectiva y geometría, tanto es así que, algunos críticos han considera que el Cristo de Mantegna la obra de arte pictórico cuya ejecución resulta más complicada.

Andrea Mantegna (1431 – 1506) nació en una isla cercana a Padua y comenzó su formación artística junto a Francesco Squarcione. La relación entre maestro y aprendiz nunca llegó a ser del todo buena por lo que Mantegna decide independizarse y comenzar una carrera más autodidacta apoyada en el fuerte ambiente cultural que había en Padua. En los últimos años de la década de los cincuenta el artista se traslada a la ciudad de Mantua animado bajo el patrocinio de la familia Gonzaga; a partir de este momento Mantegna quedó bajo la protección y el amparo de la familia de manera que nunca se vio falto de encargos.

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La lamentación sobre Cristo muerto es una pequeña obra – apenas mide 68cm x 81cm- que pertenecería a la última época del artista aunque su datación es bastante discutida y los críticos se debaten entre varias fechas que rondarían entre finales de los setenta y los inicios de los noventa. Su dominio tanto de la pintura como de la perspectiva o la geometría está completamente consolidado y las figuras tienen una gran corporalidad que le otorgan ese aspecto monumental.

Se trata de un tema religioso que muestra la parte más humana de la figura de Jesucristo. Tras la crucifixión su cuerpo sin vida yace inerte en una losa de mármol blanco rodeado de tres figuras que lloran su perdida. En realidad éste ha sido un tema muy común en la tradición artística medieval pero Mantegna consigue un nuevo tratamiento conceptual con una composición nunca antes utilizada. La figura de Cristo se nos muestra en un potente escorzo : sus pies aparecen en primer plano cerca del espectador mientras se hacen visibles los estigmas de la pasión. El artista no ha ahorrado en detalles y se recrea en los elementos más hirientes; son apreciables incluso, algunas deformidades anatómicas en la zona del tórax. El cuerpo sin vida del Hijo de Dios aparece medio cubierto por una sábana blanca y apoyado en una losa de mármol, los tonos blanquecinos de estos elementos contribuyen aún más a crear esa sensación de patetismo y dolor. Su rostro es sereno y su cabeza cae inclinada hacia la derecha con los ojos y la boca ya cerrados.

Al lado del yacente tres figuras lloran su pérdida: dos se han identificado con seguridad, son la representación de María la Madre de Jesucristo y San Juan Evangelista. La tercera figura, que apenas se percibe, parece tratarse de una de las Santas Mujeres o María Magdalena. Con todo, la desproporcionalidad entre los rostros y las manos de estas figuras hace pensar que no sean parte del origina, sino un añadido posterior.