Blanco con manchas rojas de Tàpies
Esta obra es una de las más representativas del pintor catalán Antoni Tápies, una de las grandes figuras del arte español e internacional de la segunda mitad del siglo XX.
Se trata de una tela que realizó en el año 1954, y como es habitual en su amplia producción pictórica, esa tela le sirve como soporte para aplicar sobre ella diversos materiales, lo que se denomina como técnica mixta. Y es que Tápies estuvo realmente obsesionado por la materia y por la búsqueda de nuevos lenguajes artísticos. De ahí que sea habitual que trabaje no solo con óleos y demás pigmentos más tradicionales, sino también con tierras, o polvo de mármol o con diferentes elementos que incluso se puede cortar, rasgar o arañar, como maderas o trozos de tela.
Es decir, emplea elementos de lo más natural y de lo más común, los cuales baña de pintura, o rasga o llena de rayas. Incluso realiza incisiones más o menos profundas sobre el propio lienzo. El resultado no es una obra plana, sino que llega a alcanzar volumen, si bien a él le interesa especialmente recrear texturas, a veces extraordinariamente rugosas, y otras veces muy porosas, que contrastan claramente con las superficies lisas en las que únicamente hay pintura.
Todo ello es fruto de una larga investigación que duró toda su vida (1923 – 2012). De hecho, durante su juventud compaginó al mismo tiempo sus estudios de Derecho con la formación artística, una vocación que comenzó en 1942 durante un periodo de convalecencia, aquejado de una enfermedad pulmonar.
Sin embargo tras un viaje a París finalmente se decantó por la pintura, y muy pronto se interesó por el aspecto matérico que podía tener esta disciplina artística. También se acercó a ciertos movimientos de las vanguardias como el Surrealismo. No obstante, desde los años 50 su arte tendió cada vez más hacia los aspectos plásticos, hacia el Informalismo y las tendencias más propias de la abstracción. Pero durante toda su trayectoria siguió investigando y evolucionando, añadiendo cada vez más elementos a sus obras. Al mismo tiempo que cosechaba un enorme éxito y prestigio.
Pero además del empleo de diversos materiales, sus obras también están repletas de símbolos e iconos muy personales, y constantes en el universo de Tàpies. Son símbolos que básicamente son números, líneas o letras. Por ejemplo es muy habitual la cruz encerrada en un círculo que vemos en esta obra Blanco con manchas rojas. Una cruz que también representa la T de su apellido.
El aspecto global de la obra recuerda inmediatamente al de una pared. Da una clara sensación de opacidad y de ser algo completamente infranqueable. Esto también es muy habitual en sus obras, unas creaciones que transmiten ideas como destrucción, aislamiento, silencio e incluso muerte. Y sobre todo aportan sus ideas sobre la soledad que sufre el hombre de hoy en día, y la necesidad de comunicarse que el propio Tàpies tiene. Para lo cual inventa constantemente y renueva sus modos de expresión.