Bodas de Caná, Veronese
Las bodas de Caná es un enorme óleo sobre lienzo realizado por el artista renacentista Paolo Veronese . Veronese realizó la obra como un encargo en 1563 del monasterio benedictino San Giorgio Maggiore de Venecia la pintura, de unos 677x 994 cm, debía cubrir una gran estancia en el refectorio que fue proyectado por el arquitecto Andrea Palladio.
La obra tardó en realizarse unos quince meses y por ella el artista recibió como pago la manutención y un barril de vino además de unos 324 ducados. Es muy posible que el Veronese recibiera la ayuda de su hermano, el también pintor Benedetto Caliari, en la realización de esta monumental obra pictórica.
La obra representa un conocido pasaje del Evangelio de San Juan; Jesucristo, la Virgen María y algunos discípulos se encuentran en la celebración de una boda en Caná, en la región de Galilea cuando se termina el vino. Jesús ordena llenar unas vasijas de agua y las trasforma en vino.
En la obra el tema religioso aparece tratado como si de una festividad renacentista se tratara, el Veronese representa una típica fiesta veneciana; de hecho, la obra a la vez que gustó también fue duramente criticada por este hecho. Además en la obra se entremezclan elementos de la pasión cristiana junto con objetos realistas del siglo XVI. La arquitectura es completamente renacentista, en ella destacan las columnas de tipo jónico y corintio y el patio abierto en torno al cual se desarrolla la celebración.
En el centro de la composición aparece la figura de Jesucristo y junto a él está María, rodeando a ambos, y en una disposición que remite a los discípulos de la última cena de Leonardo da Vinci, se encuentran algunos de los discípulos que acudieron a la ceremonia.
La obra está diferenciada en dos partes distintas: en la parte superior los personajes se colocan en potentes escorzos y destaca la arquitectura mientras que en la zona inferior se agolpa una gran multitud de personajes. Los personajes son variopintos, aparecen representadas personas de distintas razas y en posiciones muy variadas. El artista se permite realizar un estudio detallado de cada uno de los personajes representándolos con gran realismo y minuciosidad.
La paleta era brillante y muy variada – no podemos olvidar que el color era el gran predilecto de los artistas de la escuela veneciana- en ella podemos hacernos eco de los pigmentos que importaban los comerciantes venecianos, entre ellos destaca el uso del lapislázuli. Los grises y azules se entremezclan con gran armonía con gamas de colores más cálidas. La carga de empaste es bastante suave lo que permite multitud de trasparencias, veladuras y detallismos.
La obra permaneció durante muchísimo tiempo en el refectorio del monasterio hasta que napoleón la confiscó en sus cruzadas llevándola a Francia donde se expuso en la primera planta del museo del Louvre. Antonio Canova, quien negoció la devolución de muchísimas obras expropiadas por Napoleón convenció al gobierno italiano para que la obra se conservara en el Louvre aunque con el tiempo ésta fue devuelta a Venecia.