Calvario de Van der Weyden
La obra del calvario de Roger Van der Weyden es uno de los lienzos más representativos del pintor y de la pintura flamenca en general además, la obra ha sido motivo de noticia en los últimos días debido a una rigurosa restauración realizada por los expertos del Museo del Prado de Madrid.
Roger Van der Weyden (1399 o 1400 – 1464) es una de las figuras más destacadas de la pintura del norte de Europa y el mejor representante de la escuela flamenca. No son muchos documentos irrefutables que se conservan de este artista, de hecho apenas conocemos ninguna obra que aparezca firmada o fechada lo que supone un gran reto para los expertos. Pese a ello parece ser que el pintor fue una de las figuras más reconocidas de su tiempo, formado en el taller de Robert Champin el artista cosechó una fama internacional.
Según los documentos hallados al respecto la tabla que aquí nos ocupa fue donada por el artista a la Cartuja de Scheut en Bruselas, este hecho explicaría ciertas libertadas tomadas por el artista – como por ejemplo el grandísimo tamaño de los personajes, superior al tamaño natural – que de haber tenido que someterse a las imposiciones de un comitente el artista no habría podido realizar. Una vez en la cartuja la tabla fue vendida a un comprador anónimo que sin dudas hoy sabemos que se trata del monarca Felipe II, éste situaría la tabla en un palacio segoviano para, un tiempo después trasladarla al monasterio de El Escorial en Madrid; en este lugar la tabla se reuniría con otra de las más famosas obras del artista, El descendimiento.
Durante mucho tiempo la tabla estuvo desaparecida, seguramente debido a los numerosos repintes y precarias restauraciones a las que fue sometida a lo largo de su historia. No obstante a mediados del siglo XX fueron eliminados los añadidos posteriores y ésta recuperó gran parte de su grandeza. En este Calvario Roger Van der Weyden nos presenta una obra en la que el trampantojo juega un papel muy especial, así el artista ha emulado en el fondo de la composición el mismo paramento que habría en la Cartuja de Scheut para donde estaba destinada.
Mención especial merecen los personajes de la composición, el cuerpo sin vida de Jesucristo yace colgado de la cruz. Su cabeza se ha ladeado recostándose sobre uno de sus hombros, las piernas se cruzan ya que nos encontramos ante un Cristo de tres clavos que sigue la estética goticista pero con un tratamiento mucho más naturalista. Las figuras de San Juan y la Viren María se lamentan ante el cuerpo sin vida, María enjuagando sus lágrimas con su propio llanto en un gesto de dolor y San Juan con las manos en alto clamando al cielo. Ambos aparecen completamente vestidos de blanco de manera que adquiere un carácter escultórico y marmóreo que el artista ha potenciado aún más con la colocación de un tapiz rojo y aterciopelado que cuelga de la supuesta pared de piedra.