Campo de San Francesco della Vigna de Canaletto
Antonio Canal, Canaletto, el pintor por antonomasia de Venecia, nos muestra aquí otra de sus vistas o vedute que le hicieron tan famoso en su tiempo. Un cuadro que no tiene la espectacularidad de sus famosas imágenes de los canales en los grandes actos festivos de la ciudad, pero que eran cuadros que rápidamente vendía a los acaudalados viajeros europeos del siglo XVIII que realizaba el conocido como Grand Tour por Italia.
En este caso es su visión de la plaza o Campo de la iglesia de San Francisco en la ciudad. Un cuadro que realizó en el años 1735, y como es habitual en su producción tiene unas dimensiones medianas (47 x 77 cm) para que su venta y transporte fueran sencillos.
Pictóricamente, en la obra nos llaman la atención dos elementos. Por un lado la extraordinaria profundidad de la escenas y por otro el color.
Para la perspectiva recurrió a colocar una línea del horizonte muy baja. Casi podríamos decir que la sitúa a la altura de un hombre. Pero además esa profundidad se multiplica al ver la quietud de los personajes. En otros cuadros de Canaletto suele haber muchas figuras y en movimiento, dándole vida al paisaje urbano, y atrayendo la atención del espectador. Pero aquí no. Todo es quietud, no hay acción, por lo que nada nos despista a la hora de admirar la profunda vista que plasma de Venecia.
Y el otro elemento destacable es el color. El azul y la luz del cielo, el brillo del sol sobre las fachadas encarnadas, o el blanco del mármol en la iglesia. Todo ello es algo más que mostrar la imagen “cuasi fotográfica” de la ciudad. Él atiende a ese espíritu de reproducción realista pero lo hace de manera artística, no es una mera reproducción de lo que contempla y esboza con la cámara oscura. Luego es capaz de convertirlo todo en un hecho pictórico y creativo.
En realidad, todo está muy estudiado. Desde la perspectiva o el fondo escénico de los edificios, hasta los juegos equilibrados de la luz y la sombra. Un juego de equilibrios que aquí también se traslada a una sensación de lleno y de vacío, entre el cielo y el ambiente urbano. De hecho, la superficie azul del cielo es casi equivalente y simétrica a la que ocupan las fachadas y la plaza.
Hasta las pocas figuras que hay, son fruto de un meditado estudio. Canaletto las ha colocado ahí como el gran escenógrafo que era en realidad. Están estratégicamente situadas y aportan esos valores de costumbres que le daban vida a la escena y también la hacían mucho más comercial. En definitiva, que se trata de una gran obra de este pintor veneciano.