Lot y sus hijas de Francesco Furini
Francesco Furini (1603 – 1646) fue un pintor que siempre estuvo muy ligado a los encargos de la familia Medicis en Florencia, para los cuales realizó desde frescos en el Palacio Pitti hasta la decoración del Casino Mediceo. No obstante, su fama la alcanzó gracias a obras como esta que hoy en día expone el Museo del Prado de Madrid. Obras que como esta de Lot y sus hijas se inspiran en hechos bíblicos, y también mitológicos, en las que no faltan los cuerpos desnudos de mujeres.
En este caso estamos ante una escena basada en el relato del Génesis. Lot según se cuenta en el Antiguo Testamento, se había salvado de la destrucción de Sodoma avisado por unos ángeles. Se salvó él y sus hijas, mientras que su esposa se convirtió en estatua de sal al contravenir la orden de huir y no mirar atrás. Así que el padre y sus dos hijas se instalaron a en una cueva a vivir. Solos.
Pero las dos chicas querían tener descendencia, y viviendo en aquel lugar era imposible. De forma que decidieron emborrachar a su viejo padre, y así poderse acostar con él.
Sin duda es un tema de los más escabroso, pero para Furini no es más que una magnífica excusa con la que interpretar el ideal de de belleza femenina, gracias a dos cuerpos sensuales, redondos y elegantes. Unas formas que parecen ir en contra de otras pinturas contemporáneas del Manierismo, en las que los cuerpos alargados son las norma.
Es una obra que hasta se ha juzgado de libidinosa, extremadamente sensual, una característica de muchos de sus cuadros, pero que no impidieron que el pintor se hiciera sacerdote y hasta se convirtió en prior en San Ansano de Mugello en 1633, un año antes de que pintara esta tela.
Se cree que el cuadro lo pintó por encargo del propio Gran Duque Fernando II de Medicis, quien a su vez se lo acabaría regalando unos años más tarde al rey español Felipe IV, de ahí que formara parte de la colección real que originó el Museo del Prado.
La obra más allá de su tema es de una enorme calidad, sobre todo en cuanto a su colorido y la magnífica maestría con la que Furini aplicó esas veladuras en azul al lienzo. Los cuerpos son rotundos, en primeros planos y sin sacarlos enteros, pero ocupan casi toda la tela, sobre todo los de ellas. Y se piensa que ese efecto todavía era mayor en origen, ya que el lienzo se amplió con posterioridad.
Desde luego es una obra plenamente barroca, por la gestualidad entre los tres personajes. El viejo apoyando sus manos en los cuerpos de sus hijas, y ellas con una botella y una copa para incitar a su padre, mientras comienzan a desnudarlo. Pura sensualidad en cada gesto.