Capilla Tornabuoni, Ghirlandaio
En una de las ciudades más destacadas de Italia, Florencia encontramos la iglesia de Santa María la Novella, una pieza única de arquitectura renacentista cuya fachada principal diseñada por Leon Batista Alberti supone el culmen a la estética clasicista del Quattrocento. Sin embargo la belleza de la construcción no radica tan solo en la arquitectura sino que en su interior, el templo alberga una serie de frescos que la consagran como una de las obras más destacables del renacimiento italiano y muestra de ello son las pinturas al fresco que encontramos en el altar mayor de la basílica y que recibe el nombre de Capilla Tornabuoni.
Durante la época renacentista y siguiendo la estela de la costumbre medieval, las familias más poderosas de la ciudad se hacían cargo de la decoración y posterior mantenimiento de las capillas de las iglesias. En este sentido, los derechos de la capilla mayor de Santa María la Novella la familia Ricci y la familia Sassetti, unos banqueros florentinos. Los primeros, debían hacerse cargo de los antiguos frescos de Andrea Orcagna que decoraban las paredes del interior de la capilla sin embargo los reveses económicos que sufrió la familia en una época de crisis hizo que perdiesen sus derechos.
Ante esta situación a mediados de la década de los ochenta, el famoso pintor Domenico Ghirlandaio fue llamado por la familia Tornabuoni –quienes habían comprado los derechos de decoración de la basílica a la familia Ricci- para que se hiciese cargo de la ejecución de unos frescos que siguiesen la misma estela de los de Orcagna representando en esta ocasión escenas de la vida de la Virgen María y San Juan Bautista.
Ghirlandaio fue uno de los artistas más representativos de la época renacentista y uno de los mejores fresquistas de todos los tiempos, sin embargo historicamente convivió con otros grandes genios como Leonardo, Miguel Ángel o Alberti que han ensombrecido su labor artística. El artista comenzó a trabajar en los frescos de la capilla Tornabuini en el año 1485 y en más de cuatro años, en 1490 el proyecto estaba concluido. La rapidez en la ejecución se debe a que el artista contaba con un amplio taller trabajando a su servicio sin embargo, él mismo era quien se ocupaba del diseño de las escenas otorgando al conjunto una gran homogeneidad.
Sin embargo se puede establecer una clara distinción entre las escenas superiores, más anodinas y estáticas donde parece claro el abuso de la intervención del taller y las escenas más cercanas al espectador en las que el artista muestra mayor participación con retratos expresivos de la familia Tornabuoni y ambientes de la época que acogen las escenas religiosas.