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Frescos de Miguel Ángel en la Capilla Paulina

Publicado por Laura Prieto Fernández

La Capilla Paulina es una pequeña capilla privada situada en el interior del Palacio Papal del Vaticano, de hecho la capilla se sitúa muy cerca de la famosa Capilla Sixtina –ambas salas están separadas por una pequeña sala conocida como la Sala Regia- y al igual que ésta la Capilla Paulina también conserva algunos frescos de Miguel ángel Buonarroti aunque éstos son mucho menos conocidos y admirados que los de la Sixtina. Parece ser que a mediados del siglo XVI, en torno al año 1540, el Papa Pablo III decidió levantar una pequeña capilla en honor al Santísimo Sacramento dentro del Palacio Papal, las obras fueron encargadas a Antonio da Sangallo el Joven (1484 – 1546) uno de los arquitectos más destacados del Renacimiento Italiano formado junto a Bramante y que ya en vida cosechó gran fama.

Pero si Pablo III no escatimó en gastos a la hora de contratar un arquitecto que llevase a cabo su nueva empresa, menos lo hizo aun cuando decidió encargar la decoración de la Capilla al que sería uno de los pintores más importantes de la historia del arte, Miguel Ángel Buonarroti (1475 – 1574).

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Miguel Ángel nació en la localidad de Caprese, en la Toscana Italiana. Hijo de una notoria familia, su padre al principio no parecía demasiado seguro de que su hijo se dedicase a las artes sin embargo, la decisión de éste resultó inamovible. Formado en el taller de Ghirlandaio, Miguel Ángel poseía un don innato para el arte que pronto lo convirtió en una de las figuras más destacadas de toda Italia. Trabajó para los principales comitentes de la época entre los que destacan la familia Médicis o el papado.

Tan sólo un año después, en 1542, de que Miguel ángel hubiese acabado el fresco del Juicio Final en la Capilla Sixtina, el papa Pablo III le encargó la realización de dos frescos en la nueva Capilla Paulina. En ellos Miguel Ángel trabajó hasta 1550, en un proceso muy dilatado que se paralizó numerosas veces debido a un incendio, una enfermedad sufrida por el artista etc. En esta ocasión el tema elegido era el martirio, por un lado el de San Pablo y por el otro el de San Pedro.

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El primero en llevarse a cabo fue el Martirio de San Pablo y es aquí donde podemos encontrar más similitudes con respecto a su obra anterior. Saulo ha caído al cielo y es ayudado por otros hombres mientras un rayo de luz procede desde la figura de Dios Padre en lo alto y llega hasta el santo. El fresco es mucho más arriesgado que otras obras de Miguel Ángel, nos encontramos ante una obra verdaderamente manierista y por ello el artista cosechó con ella algunas críticas bastantes duras. Quizás por ello, cuando el artista realizó el segundo fresco dedicado a la Crucifixión de San Pedro, retoma una estética más tradicional y clasicista, con figuras que remiten a sus trabajos en la Capilla Sixtina. Sea como fuere lo cierto es que ésta puede considerarse como la última obra pictórica realizada por el artista.