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Casas Mazzanti de Verona

Publicado por A. Cerra

Fachada de las Casas Mazzanti en Verona

Al hablar de pintura del Renacimiento y del Manierismo estamos acostumbrados a mencionar grandes genios del arte como Leonardo da Vinci o Rafael. Y sobre todo los vinculamos con pinturas de caballete que hoy contemplamos en museos o con maravillosos frescos murales en interiores, con especial mención en este sentido para obras como la Capilla Sixtina de Miguel Ángel.

Pero lo cierto es que en aquellos tiempos la pintura inundaba muchos más soportes. Había pinturas en cualquier elemento, desde las cerámicas hasta las fachadas de las casas. Sí, también grandes artistas se dedicaban a pintar fachadas de casas con pinturas al fresco. Un recurso en su momento más económico que usar materiales tan caros como el mármol o colocar esculturas. Ese pintado de fachadas se dio durante los siglos XV y XVI en toda Italia, pero alcanzó un desarrollo especial en la ciudad de Verona, en la región del Veneto al norte del país. De hecho Verona por aquellos años, sencillamente se conocía como la “urbs picta”, o sea, la ciudad pintada.

Abundaban los frescos en las fachadas de muchas casonas y palacios de esta próspera urbe, pero obviamente con el paso de los siglos, los agentes meteorológicos y ciertos hechos convulsos, la inmensa mayoría de aquellas obras se han ido perdiendo. Algunos frescos se conservan a retazos en museos, pero in situ solo se suelen ver unos pocos fragmentos. En cambio, en el corazón de la ciudad, en la plaza delle Erbe se mantienen de una manera impresionante los frescos de las Casas Mazzanti. Unas pinturas que resisten a la intemperie desde el siglo XVI.

Las Casas Mazzanti tenían un origen medieval, pero las adquirió en 1527 la familia Mazzanti, enriquecida gracias a su trabajo como comerciantes. Y fueron ellos los que le encargaron a al pintor Alberto Cavalli la decoración de la fachada.

De Alberto Cavalli no conocemos mucho de su vida. Sabemos que era originario de Mantua y que allí trabajó con el pintor y arquitecto Guilio Romano, gran representante del arte manierista, y con el que incluso colaboró en la creación del Palacio de Te de Mantua.

Después, seguramente hacia los años 40 del siglo XVI, haría estas pinturas de exterior en Verona. Aquí crea arquitecturas fingidas mediante la pintura, lo que le sirve para dar unidad a una fachada que era resultado de una estructura nada homogénea. Y una vez conseguida esa presentación más unitaria ya incluye diversas escenas de temática mitológica. Esas escenas tienen un carácter alegórico ya que representan por ejemplo la prudencia, la ignorancia o la envidia, asuntos vinculados con la sociedad de su tiempo. En fin, unas pinturas que como el propio pintor dejó plasmado en una inscripción que todavía se puede leer en la fachada, se trata de un conjunto “para adornar la patria”.