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Frescos de Veronés en Villa Barbaro

Publicado por A. Cerra

Villa Barbaro decorada por Veronés

Villa Barbaro, situada en Maser muy cerca de la población italiana de Treviso, es una de las muchas residencias señoriales y palaciegas diseñadas por el gran arquitecto Andrea Palladio. Una obra constructiva de primerísimo nivel y que sigue básicamente las líneas creativas de otras creaciones emblemáticas como Villa Foscari o Villa Bodaer.

Además en este caso, a sus atractivos arquitectónicos se suman los decorativos. Sobre todo por los frescos realizados por uno de los mejores pintores venecianos de la época. Nos referimos a Paolo Caliari, conocido popularmente como El Veronés (1528 – 1588).

Un espectacular conjunto de pinturas en el que junto a su taller creó un ambicioso ciclo de pinturas que combinan desde las escenas religiosas como Los desposorios místicos de Santa Catalina hasta la decoración arquitectónica simulada, la cual finge abrirse gracias a ventanas y por ellas se ven paisajes idílicos, que por supuesto también son pinturas al fresco. Casi adelantándose a los recursos más propios del Barroco, este artista del Renacimiento y el Manierismo, realiza auténticos trampantojos en estos muros. No solo por los juegos de decoración escultórica y arquitectónica donde las columnas o las figuras sobre peanas están pintadas, y no solo porque las peculiares ventanas en realidad sean la ilusionantes paisajes pictóricos. Va más allá. Hasta en la pintura incluye algún que otro perro, como si deambulara por las estancias de la villa, aunque por supuesto también sean pinturas con el animal a tamaño natural e integrado en la perspectiva de la decoración.

Villa Barbaro con frescos de Veronés

En realidad, aunque estos recursos ornamentales tengan mucho de barroquismo y de sobrecarga, lo cierto es que esto partía de ideas propias del arte renacentista. Para empezar porque la propia arquitectura de Palladio es propia de este estilo artístico, y por supuesto Veronés con sus recreaciones arquitectónicas y escultóricas no hacía nada más que replicar esos mismos elementos de la época.

Y además la inclusión de paisajes dentro de este tipo de decoraciones ya había sido promovida por uno de los grandes arquitectos del Renacimiento, Leon Battista Alberti, quien a su vez conocía el hecho de que escritores clásicos como Plinio el Viejo o Vitrubio mencionaban que los palacios de la Antigua Roma recibían en sus paredes este tipo de ornamentación paisajística.

Por otra parte era un recurso muy adecuado para este tipo de residencias, situadas en el campo, alejadas de las ciudades, rodeadas por hermosos y cuidados jardines. De esta manera, sus acaudalados propietarios podían disfrutar de la naturaleza tanto en el entorno de su villa como en las propias habitaciones. Unas pinturas que también se vinculaban con los gustos de los mecenas, que lo mismo piensan en recrear parajes concretos que en tener ante sí vistas ideales y pastoriles que plasmen su personal idealización del paraíso terrenal.