Frescos de Pellegrini en Villa Alessandri
Giovanni Antonio Pellegrini (1675- 1741) fue un pintor veneciano de finales del Barroco que viajó y trabajó por muchos lugares de Italia, así como tuvo numerosos clientes en otros países de Europa, e incluso viajó a algunos de ellos como Alemania, Países Bajos o sobre todo Inglaterra, donde pasó varios años y dejó su impronta como pintor en sitios como el exclusivo Howard Castle.
Tantos viajes le hicieron conocer un sinfín de artistas y tener una amplia cultura visual. No obstante, uno de sus grandes referentes fue Luca Giordano, cuyo trabajo descubrió durante una larga temporada en Roma. Sin embargo, pese a tanto viaje y a tanto encargo, hubo un momento en el que regresó a Venecia y a su región del Veneto natal. Y ahí se encuentra una de sus obras más relevantes: los frescos en Villa Alessandri, en la población de Mira.
Ahí Cesare Alessandri, un rico comerciante, tenía su villa de recreo como tantas familias acaudaladas de Venecia. Y decidió construir la “foresteria” para que sirviera de alojamiento a sus huéspedes. Y para ello contrató a Pellegrini para parte de su decoración, quien realizó un exquisito trabajo hacia el año 1708.
Uno de los espacios que pinta es la sala central. Ahí crea unos marcos de estuco falso para acoger diversas escenas mitológicas inspiradas en las Metamorfosis de Ovidio. Y como es habitual en las obras de temática mitológica de Pellegrini, opta por representaciones individuales o por parejas de los personajes y no por grandes escenas multitudinarias y liosas. Están Apolo y Dafne, Endimión durmiente, Salmacis y el hermafrodita, Cadmo sembrando los dientes del dragón, el rapto de Deianira y Narciso en el manantial, el Rapto de Europa, Mercurio y Argus. Mientras que el muro de entrada tiene las representaciones de Dánae y la Lluvia de Oro, Venus llorando la muerte de Adonis y Pan y Siringe.
Sobre ello aparece un friso a base de hojas de laurel entrelazadas que es un paso intermedio hacia una sucesión de niños músicos, loros, ardillas y pequeños monos. El programa decorativo se completa en la curvatura del techo, donde ocho insertos representan angelotes y pequeños sátiros jugando. Lo cierto es que todavía había más, con unos frescos en la bóveda, pero se han perdido.
En definitiva estamos ante uno de los grandes muralistas de la pintura veneciana de comienzos del siglo XVIII, es decir el final del Barroco y comienzos del Rococó. Un pintor que influyó mucho en las generaciones posteriores, donde surgieron artistas tan interesantes como Giambattista Tiepolo, los cuales admiraron su carácter tan decorativo como narrativo, y donde todo quedaba envuelto por una atmósfera de elegancia dominada por los tonos muy brillantes y plateados.