Frescos de Il Domenichino en San Andrea della Valle
El pintor barroco Il Domenichino, cuyo nombre original era Domenico Zampieri (1581 – 1641), entró a trabajar en las pinturas murales de la iglesia de San Andrea della Valle en el año 1622, al poco tiempo de que acabara su construcción del gran arquitecto del Barroco, Carlo Maderno.
Cuando recibió el encargo estaba previsto que pintara tanto el ábside y las pechinas del templo, como la cúpula. Sin embargo, finalmente la cúpula fue encargada unos años después a Giovanni Lanfranco, ya que se consideraba que el estilo de Il Domenichino comenzaba a estar pasado de moda por demasiado reposado y la Iglesia, como institución, empezaba a buscar algo más espectacular y expresivo.
No obstante, el conjunto de frescos que realizó este artista en la iglesia romana de San Andrea della Valle son de indudable valía.
En la zona del ábside representa la escena del Martirio de San Andrés, y para ello usa la técnica del “quadro riportato”, es decir, creando marcos para las distintas escenas a base de estucos, bronces y dorados. Y además esos cuadros llevados al techo, como si fueran de caballete, están pintados con el punto de vista del pintor, no del espectador.
Por otra parte, las representaciones son muy propias del arte barroco más dinámico. Un detalle en este sentido es que aparecen espacios muy amplios, en los que se construyen las escenas a base de aspas, diagonales y líneas abiertas.
Il Domenichino fue un pintor de mucha calidad, de hecho, cuando llegó a Roma, 20 años antes de este trabajo, su primer encargo se lo hizo nada más y nada menos que Anibale Carracci para que trabajara con una obra en el Palacio Farnesio.
Gracias a su maestría con los pinceles podemos ver una composición dinámica pero equilibrada, donde predominan unos colores claros y en la que si nos fijaramos en los personajes veríamos que nos los presenta con expresiones muy reales. Y todo ello integrado a la perfección en un majestuoso entorno arquitectónico.
Todo eso en cuanto a las pinturas del ábside, y respecto a las pechinas, nos presenta allí a los Cuatro Evangelistas. También en una representación muy barroca y de movimiento, ya que todos ellos parecen querer salirse del propio marco arquitectónico, adentrándose en el espacio de la propia iglesia y del espectador.
Aquí sí que tiene muy en cuenta el punto de vista de los asistentes a la iglesia, y por eso incluso siendo de otra mano, parece haber una continuidad entre la perspectiva usada en las pechinas y el recurso del “di sotto in sú” que unos años después usó Giovanni Lanfranco para pintar la cúpula con la Asunción de la Virgen.