Caspar David Friedrich (II)
En el año1802 dibuja uno de sus numerosos autorretratos, realizado con una técnica que usará después a lo largo de su obra, que consiste en un dibujo a lápiz sobre el que aplica con un pincel tinta de sepia con líneas en las zonas de sombras y luces. Se pinta trabajando, con la visera sobre su ojo derecho, un frasco de tinta sujeto a su chaqueta y una expresión casi altanera en su rostro. Friedrich se educó para ser un dibujante preciso y un pintor que dominase completamente la técnica de la pintura en sepia que, aplicada con un pincel sobre un dibujo hecho a pluma, resalta sus valores de luces y sombras, confiere a la composición un colorido ocre y exige del artista la capacidad de disolver o concentrar ese único color para poder graduar los tonos de claridad u oscuridad.
Un año después del autorretrato, se produce su eclosión como dibujante de láminas en sepia, practicando sobre todo el paisaje, tanto natural como de ruinas, en los que le es imposible contemplar lo que ve de manera científica, ya que lo percibe de manera subjetiva. Tras esta etapa, en la que controla totalmente esta técnica, se atreve en 1807 a pintar sus primeros óleos. Una de sus primeras pinturas es “El verano” (1807), en la que dos amantes se abrazan en un sombrajo, mientras dos palomas se arrullan, reflejando así el tema de una forma minuciosamente superflua. Se trata de un cuadro cargado del sentimiento misticista y alegórico que caracteriza la obra del pintor. El paisaje descansa bajo la cálida luz del mediodía en el que la pareja se abraza rodeada de lirios, rosas y otras flores. Dos árboles que se entrecruzan (un abedul y un álamo) asumen de nuevo el tema del abrazo, mientras que el río del valle representa la vida que pasa.
Como pintor trabaja lenta y cuidadosamente, ya que nadie le enseñó a trabajar al óleo, por lo que era autodidacta en esa técnica y solía proceder casi siempre de la misma manera. Trazaba primero el cuadro a carboncillo y a lápiz (igual que un dibujo) primero como un esquema y luego con toda exactitud. Como color de fondo colocaba el ocre (con lo que debía parecer una gran pintura en sepia), después aplicaba sobre ella los colores al óleo en capas delgadas, como si fueran barnices, hasta que decidía cuando estaba acabado. En sus pinturas aparecen estructuras muy estrictas, simetrías, alineaciones, desplazamientos en paralelo, construcciones geométricas (triángulos, hipérbolas,…) y una clara forma de destacar la vertical y la horizontal, que el artista construía y dibujaba ayudado por la regla, la escuadra y el transportador de ángulos, para de este modo someter a un esquema abstracto su imaginación que, de otra manera podría desbordarse. Sigue así las directrices de Otto Runge: “…creo firmemente en la más estricta regularidad, sobre todo en las obras de arte que brotan de la imaginación y mística del alma, sin historia ni materia exterior… En ese proceso necesitamos algo firme exterior a nosotros pues, de lo contrario, nos hundiríamos o tendríamos que empezar mintiendo…”.
De esta primera época es también la obra “La cruz en la montaña”.