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Codex Sinopensis

Publicado por Laura Prieto Fernández

Tradicionalmente cuando hablamos de miniaturas enseguida vienen a nuestra mente las imágenes de los grandes libros iluminados que los monjes creaban en los scriptorios de los monasterios, sin embargo, la miniatura es anterior a la época medieval, de hecho, se han hallado miniaturas en papiro procedentes del antiguo Egipto que datarían de entorno al año 1500 a.C. pero sin lugar a dudas, lo que sí es cierto es que en la Edad Media se produjeron algunas de las obras iluminadas más destacables de nuestra cultura y hoy nos centraremos en una de ellas: el Codex Sinopensis.

El Codex Sinopensis es una obra iluminada que dataría del siglo VI y en la actualidad forma parte de los fondos de la Biblioteca Nacional de Francia. Se cree que en origen el códice debía de tener unas ciento cincuenta páginas, aunque hasta nosotros no han llegado más que unas cuarenta y tres, todas ellas del Evangelio de San Mateo. Según la clasificación de los manuscritos éste se encontraría en la categoría V, por lo que debemos de estar hablando de una obra de época bizantina.

Se trata de un códice purpúreo es decir que el pergamino se ha teñido de púrpura y sobre él se escribe en letras doradas para que resalte; parece ser que el libro debía de ser un evangeliario que serviría para seguir la liturgia y por su color púrpura podemos aventurar que debió pertenecer a algún emperador. El texto se ha escrito en mayúsculas evitando cualquier tipo de acento o espíritu, se organiza en columnas con unas quince o dieciséis líneas en cada una de ellas. En la zona inferior de algunas páginas encontramos miniaturas de temática bíblica flanqueadas por parejas de profetas, así por ejemplo la escena del Festín de Herodes está flaqueada por Moisés y David; de nuevo David, pero en esta ocasión acompañado de Isaías, flanquean la parábola de la Multiplicación de los Panes y los Peces, mientras que la Parábola de la higuera infértil lo hace por las figuras de Habacuc y David.

Su nombre se debe a que el militar y bibliotecario Henri Omont halló el códice en la ciudad de Sínope a una anciana a finales del siglo XIX y posteriormente lo donó a la Biblioteca Nacional de Francia donde ha permanecido desde entonces.