Diana después del baño de Boucher
Esta es una de las obras más delicadas y emblemáticas del pintor francés François Boucher (1703 – 1770). Un lienzo de caballete (57 x 73 cm.) pintado al óleo que en la actualidad se conserva en el Museo del Louvre de Paris.
La obra la expuso en el Salón de 1742 y allí formaba pareja con otro cuadro que representaba a Leda, y que hoy se conserva en el Museo de Estocolmo, en Suecia. Y la mayoría de críticos de arte se ponen de acuerdo al decir que ambos cuadros son sus obras maestras.
A Boucher lo podemos considerar un artista, pero también un magnífico decorador. De hecho, cuadros como este los hacía ex profeso para exponerlos en el Salón y venderlos allí a los potentados de la época para que se los colgaran en su salón. Es decir el espíritu ornamental y también mercantil está muy claro en toda la producción de Boucher, pero su obra es mucho más.
Por ejemplo, el gran Renoir decía que esta obra de Diana después del baño era una de las pocas obras que había amado durante toda su vida, y que siempre que iba al Louvre la miraba y remiraba. Y sobre todo la admiraba, ya que decía sin tapujos que Boucher era uno de los artistas que mejor había comprendido el cuerpo de la mujer. Un tema pictórico que Renoir trató en numerosas ocasiones como en sus famosas Grandes Bañistas.
E incluso hay quien ha buscado la influencia de estos dos estupendos cuerpos de mujer desnudos en los lienzos de de Renoir. Se trata de jóvenes mujeres completamente desnudas, pese a que el tema es la caza, como se deduce de que Diana es la diosa de la caza, y se ven múltiples presas capturadas por las dos mujeres, así como los perros y sus arcos. El tema es muy propio de la anterior escuela de Fontainebleau. Si bien pasado por el tamiz del gusto rococó que tanto avanzó François Boucher, y tanta huella dejó en su alumno más aventajado: Honoré Fragonard el gran representante de ese estilo artístico dieciochesco.
No obstante, bajo esa apariencia decorativa propia del último barroco y del arte rococó, la obra de Boucher tiene unos elementos que recuerdan la factura más clásica de la pintura.
Es una obra basada en una composición de lo más armoniosa y en un elegante dibujo, con el cual se crean una formas claras y muy puras, que de alguna manera sobrepasan en presencia a la sensual color que todo lo inunda. Por cierto en ese color se distingue como una atmósfera dorada que baña el conjunto, pues bien eso se debe a un barniz antiguo que usó el pintor.